En la penumbra de un castillo gelido,
la mujer escribe sus miedos en tinta sombría.
Temores danzan, la soledad se cierra,
su corazón, prisión de una melodía fría.
Atemorizada, se aferra a la botella,
vino oscuro, néctar que embriaga su pesar.
Cigarrillo en mano, humo en espiral,
anhelando calmar la tormenta en su mirar.
Las voces susurran, sombras en su mente,
como espectros que acechan en la oscuridad.
El abandono y la locura, danza macabra,
en el castillo del alma, triste realidad.
En noches heladas, se refugia en la sustancia,
en el éxtasis efímero de la embriaguez.
Mas al final, la botella se vacia,
y en el silencio, la desolación reaparece.
Atrapada en la danza eterna de sus temores,
la mujer anhela una paz que nunca encuentra.
Entre sombras y susurros, se desvanece,
en un poema de desdicha, su alma se desgrana.
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