Me equivoqué, ¿vale? ¡Lo admito! No es un pecado equivocarse... a veces. Creà haber dejado atrás, en mi época de estudiante de secundaria, el pánico a la escuela. No es mi culpa, lo juro... no imaginé, ni en un millón de años, que tendrÃa un primer dÃa de clases tan absorbente.Â
Para empezar, ¿quién demonios me hizo creer a mà que me hallaba con la suficiente preparación para madrugar? Sonó esa bendita alarma —sÃ, han pasado cinco años y sigue siendo Euphoria de JungKook, ¡que nadie se atreva a juzgarme!— y solo quise dar un tropezón y callar al mundo entero. Spoiler: no pasó. Tuve que salir de la cama a regañadientes; al menos, se sintió extrañamente reparador el madrugar tras tanto tiempo, incluso si me abrigué tanto que podrÃa sobrevivir al frÃo de la Antártida, ¿verdad? Aunque fue reconfortante saber que no solo yo me encontraba en esa situación. Igualmente... no pude intercambiar palabras con nadie, bueno, claro que el guardia de la entrada no cuenta, me habló solo porque me vio las agujetas desanudadas. Eish, ¡estúpidas agujetas! Ahora entiendo por qué inventaron los zapatos con velcro.Â
De todos modos, ¿cuándo piensan irse esos nubarrones espantosos? ¡Sol, necesito sol! El sol harÃa que el campus luzca menos lúgubre e intimidante... Aunque no está mal. No está nada mal. Quiero decir, es bonito, claro que es bonito y las personas se ven agradables, lástima que me aterrorice tanto hablarle a los demás. Por dios, necesito aprender a sobrellevar los cambios. Es solo el primer dÃa.
¡Tú puedes, Riley!!!!! De los cobardes no se ha escrito nada... ¿O sÃ? ã… ã…
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