Se abre el telón, imponentes los jueces observan al estrado al que una a una, bellas damas y
caballeros acompañados de hermosas aves empiezan a danzar. Una a una, dando giros y piruetas,
Arabesques y revelés que sus aladas compañeras, desde águilas y arpías hasta cóndores y garzas
siguen en perfecta sincronía volando y adornando su impecable ballet. Mas todo intento, a pesar
de su impoluta presentación termina igual que el anterior. Los jueces dan su señal y el
bailarín deja de danzar, en inmensas flamas que nacen de sus pies y las alas de su compañera,
devolviéndolos a ambos a la tierra de los mortales donde han de aprender una ves mas. Pues todo
aquel que sube al estrado es un alma que alguna ves fue un mortal, tanto ave como bailarín
mitades de una misma alma, aquella que vuela libre y aquella atada a tierra bailan sin cesar
intentando demostrar a los ángeles que son dignas de finalmente los cielos habitar.
Infinitas almas han pasado ya antes de mi, cada una con un baile mejor que el anterior,
mis pies nerviosos lentamente suben al estrado y con una reverencia y pequeñas alas abiertas
empiezo a bailar y tras muy poco mis pies empiezan a tropezar, el miedo de fallar una ves mas
tener que regresar detiene mi corazón pero aquella paloma que vuela a mi alrededor aún
tiene esperanza en continuar sin dejar de revolotear, mis pasos erráticos intento controlar
y una ves mas recupero el compas, a pesar del dolor y del cansancio no dejo de bailar. Mi cuerpo
quiere caer y descansar, pero mi alma no se rendirá. Los jueces dan su señal y flamas suben mis
pies, ascendiendo por mi vestido y alas de mi compañera, a pesar del miedo y la señal no dejo de
bailar, dando piruetas y revelés, volteretas y pliés, aún cubierta de flamas mis pies no se
detendran.
Las llamas desaparecén y en desconcierto miro al juez, su mirada inquisidora penetra mi ser y un
aplauso lo aturde sin saber que hacer, los jueces se alzan y aclaman mi devoción, pues aquello
que buscan no es la habilidad o la perfección, si no el vigor y pasion, aquello que hace a
los mortales lo que son, y aquella que es su mejor virtud. pues ningun mortal alcanzará la
perfección, mas es su intensa devoción aquello que les da su verdadero valor y aquello que
las almas inmortales son enviadas a aprender y practicar.
Una ves mas me inclino, y con una reverencia me despido, aquellas flamas han tomado la forma de
dos grandes alas, con las que mi compañera y yo, partimos hacia aquello que yace mas allá de
la eternidad.
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