Mis padres no son malas personas (poema)

Ellos dicen que me aman, y los malos padres nunca dicen que te aman. Así que no pueden ser malas personas.

Mis padres no son malas personas.

Porque los malos padres descuidan a sus hijos

Y los golpean sin razón.

Ellos nunca hicieron eso. Nunca me descuidaron y todas las veces que me golpearon estaban justificadas. Así que no pueden ser malas personas.

Mis padres no son malas personas.

Porque, si fueran malas personas, no hubiésemos cruzado el continente para buscarme una mejor vida. Los malos padres nunca pensarían en eso. Así que no pueden ser malas personas.

Por lo tanto, mis padres no son malas personas.

Pero, aún así, no logro entender por qué me siento tan mal.

Por qué siempre siento la necesidad de gritar de vuelta. Por qué estoy tan enojado todo el tiempo. Por qué estoy tan triste todo el tiempo. No logro entender por qué, cada vez que discuto con alguien, tengo la necesidad de demostrarle que yo muerdo más fuerte. Que yo puedo más y que no voy a dejar que atraviese mi piel. Como un veterano de guerra siempre preparado para disparar cuando siente el peligro.

No puede ser por mis padres. Porque ellos no son malas personas, y nunca me dieron la necesidad de responder naturalmente de esa manera.

No entiendo por qué grito, por qué lloro, por qué me hago daño, por qué mi casa no se siente cómo mi casa. No entiendo por qué me odio. Por qué me asusto, por qué estoy pasando por esto.

Mi padre siempre gritaba. Mi madre siempre lloraba.

Mi padre grita y responde cuando se desespera. Al igual que mi madre. Ambos responden, ambos gritan, ambos tienen la necesidad de disparar de vuelta.

Y siempre estuve atento a eso.

A sus disparos.

A sus gritos.

Siempre me preparé para lo peor. Cómo quién lo ha visto todo. Listo para jalar el gatillo. Listo para protegerme de su veneno.

Pero no son malas personas.

No parecen serlo ahora.

Mi padre descansa, toca música y trabaja.

Mi madre trabaja, lee y cuida del bebé.

Entonces, son buenas personas.

Esos son los padres que he visto toda mi vida.

Son buenas personas.

Ya lo han superado.

Para ellos, la guerra ya ha acabado.

Pero yo todavía tengo mi carabina recargada.

Yo todavía estoy preparado para los ataques.

Yo todavía grito. Y grito. Y grito. Y destilo veneno.

Y lloro. Y grito. Y me enojo. Y lloro. Y me arrepiento.

Me arrepiento de ser así. Me arrepiento de ser una bomba de tiempo.

Mis padres no son malas personas.

Es verdad. No lo son ahora y no lo fueron en el pasado.

Mis padres intentaron lo mejor. Yo fui su primer experimento, o su segundo-primer experimento. Yo fui su prueba. Su examen. Yo fui el blanco con el que probaron todas sus balas. El conejillo de indias en el que inyectaron todo su veneno.

Porque, después de mí, empezaron a ser buenas personas.

Buenos padres. Padres que no gritan. Padres que no disparan.

Pero ahora ¿Qué hay de mí?

No pude protegerme de su veneno.

Lo he consumido. Enterrado en mis venas.

Ahora soy yo quien dispara.

Ahora soy yo quien grita.

Quien llora, quien golpea, quien tumba, inyecta y envenena.

Ahora yo soy la mala persona.