Siempre que
cruzo el puente miro hacia el kiosko naranja que abrió hace solo unos meses,
son pocas las veces que suelo ir a comprar allí, primero porque hay otros
negocios que me quedan más cerca y principalmente por, nervios ¿quizá?
Hace unos meses estaba caminando con mi vieja, ella notó que habían abierto un nuevo kiosko por la plazoleta cerca de mi casa, así que fuimos ahí para comprar cigarrillos, y fue entonces que la vi, a la chica del kiosko, quedé embobada en el primer momento que la vi y escuche su voz, tan hermosa y apacible, estaba agradecida de llevar el barbijo puesto en ese momento, de lo contrario, habría pasado vergüenza con la sonrisa tonta que se me formó en el rostro junto con las veces posteriores que he ido.
Usualmente suelo ir a comprar allí los sábados, que es el día donde la mayoría de los negocios de la zona están cerrados, me hace algo de ilusión ir a comprar ahí, o simplemente pasar por ese lugar. No sé bien cómo explicarlo y me cuesta entenderlo, sé que no estoy enamorada de ella, es imposible enamorarse de una persona absolutamente desconocida de la cual no se absolutamente nada y con quien solo intercambio unas pocas palabras.
Pero hay algo bonito en irle a comprar, siento una inexplicable alegría cuando estoy delante suyo, aunque ¿quién no se sentiría así? Ella es muy bonita, tiene una hermosa y cálida voz, sus ojos están teñidos de una completa serenidad, además de que su pelo casi rojizo es muy lindo, me recuerda un poco a Aloy del Horizon Zero Dawn.
Pero eso no es suficiente, hay algo más… suena tonto, pero creo que también me gusta la amabilidad que irradia al atender, y suena como duh, obvio que va a ser amable, pero no sé, es un error dar por sentada la amabilidad de los demás, sin embargo, en ella se siente tan genuina, me da algo de vergüenza cada vez que voy a comprarle, más en esta época de verano donde ya no puedo esconderme detrás del barbijo y tengo que estar usando todas las fuerzas de mis últimas dos neuronas para que no me delate ni un simple atisbo de sonrisa, o que mis ojos no desprendan la más mínima chispa de alegría por verla, o peor aún, perderme en sus hermosos ojos, que me ha pasado por muy breves momentos, aunque lograba disfrazarlo rápidamente pretendiendo que me estaba queriendo acordar de que le iba a pedir.
Y capaz solo es paranoia mía, podría simplemente ir feliz a comprarle, pero a veces es más seguro esconderse detrás de una coraza de total y absoluta estoicidad ante el mundo que mostrar felicidad hasta por las más simples cosas. Aun así ella siempre es muy amable, incluso si mis palabras salen varias veces en un susurro o tartamudeo por los nervios de estar delante suyo, me pregunta gentilmente que le había pedido, e incluso se ha llegado a disculpar por no escucharme, cuando usualmente otra persona en su lugar ya se habría hartado y me estaría preguntando bruscamente que le pedí.
Estoy divagando mucho, pero trato de comprender este sentimiento que no llega a ser una simple atracción ni tampoco enamoramiento, creo que verla se siente como estar ante un momento que parece simple, pequeño y hasta cotidiano, pero que precisamente eso es lo que lo hace bello. No sé muy bien como es el tema de las energías, dicen que las personas desprendemos cierta energía o aura, pero prefiero asociar a las personas a estaciones, me es más sencillo y me resulta más lindo.
Mis estaciones favoritas son las frías, irónicamente a pesar de la crudeza de su clima son en las que encuentro más calidez, y no me refiero solo al hecho de tomar una deliciosa bebida caliente, o estar cerda de una estufa o usar bonita ropa abrigada. Es todo lo que envuelve a las mismas, es la tranquilidad que irradian, obviamente tienen sus cosas malas como todo, pero en lo personal esas épocas me transmiten una inmensa sensación de paz, y eso es lo que siento cuando voy a comprarle a la chica del kiosko, me transmite la misma alegría que siento al ver las hojas cayendo de los árboles, la misma calma que me da escuchar el sonido del viento o la felicidad que me da ver el día completamente nublado y lluvioso.
Y capaz a ella le desagraden esas estaciones, no lo sé, pero si tuviera que explicar el por qué me agrada tanto verla, aunque sea por una ínfima fracción de segundos, es por eso, me transmite la misma felicidad que siento al experimentar esos pequeños y simples momentos. Creo que es lindo cuando una persona, por más random que sea puede recordarte a un momento de la vida o del día a día que tanto te gusta.
Aunque para mí no es una persona random, es la chica del kiosko, quien con solo tratarla un par de segundos hace que mi día mejore totalmente, quien con solo escucharla me saca una sonrisa.
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