En un lugar vacío, donde el invierno eterno reina,
Dos almas femeninas, en el frio se encontraron.
Sus ojos, oscuros y profundos, como la noche sin luna,
Escondían secretos, revelaban pasiones sublimes.
En el silencio del paisaje, se conocieron sin hablar,
Un encuentro clandestino, en la penumbra invernal.
Susurros entre suspiros, caricias sin final,
Dos seres quebrantados, buscando su anhelo esencial.
Ambas compartieron una sed insaciable,
Un hambre que no pudiera apaciguar.
Sus corazones, condenados a la eternidad,
Ansiaban encontrar el amor en aquel lugar.
Pero en sus labios rojizos, la tragedia se ocultaba,
El sabor de la sangre, su pasión prohibida.
Atraídas por el dolor, el sufrimiento y la agonía,
Las sombras de la noche guiaban su vida.
Con cada encuentro, el deseo se encendia,
Sus almas se entrelazaban, sin saber qué les depararía.
El viento helado llevaba suspiros al abismo,
Mientras su amor prohibido crecia en el vacio.
El invierno implacable, testigo de su tristeza,
Congelaba sus lágrimas, borraba su pureza.
En un rincón olvidado, donde el tiempo no pasaba,
Construyeron su morada en la niebla, su morada eterna.
Pero el destino cruel no les otorgó redención,
El amor que compartieron, los condenó a la perdición.
Sus vidas se extinguieron en un último abrazo,
Dos almas desagradas, en el invierno, se desvanecieron.
Hoy, en aquel lugar vacío, donde siempre es invierno,
La niebla persiste, como un lamento eterno.
Y en la oscuridad, aún se escuchan sus susurros,
Dos almas vampirescas, que amaron hasta morir, sin retorno.
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