Lunes
La maté, conscientemente, diseccionandola parte por parte. No recuerdo cuando paré de amarla, de odiarla; no estoy seguro.
La sigo viendo, me atormenta, no la veo del todo, no la veo completa, tan solo reminiscente. Está plagada de crinolina, verde y azul rezuma y cual espectro baila, sobre mí y vosotros.
Le engañé con la promesa de una vida mejor, le acorralé desnuda y sin contemplaciones le abrí la cabeza. Me esperaba que sangrara, pero tan solo encontré materia espumosa, algodón, relleno de vestir. Me miró triste, la descubrí a su pesar. La descubrí y ya no había sutura que parara al aire de romper el vacío. Estaba seca, me pregunto que empleo le habría dado.
—¿Dónde se encuentra tu sangre?—sé que está ahí, tiene los ojos cerrados a presión.
—Está atesorada Señor, no la encontrará, porfavor no lo intente.
—Teníamos un trato, necesito que cortes cualquier lazo y la entregues—no le aguanto ¿Cuál enfermedad tiene que sufrir esta mujer que le hace ver mejor destino para su sangre que su cabeza?
Martes
Pasó el día y Ella yacía, su herida sin sello curaba, ya no parecían moverse los tejidos, tal vez no estaban curando, si no que tan solo había muerto la herida.
Me acerqué, la incorporé en la silla, inspeccioné la herida.
—Estamos a tiempo—saqué el ajuar: dos botones, una pastilla de jabón de mirra y un hierro. Cautericé la herida e inserté el ajuar entre la espuma. Era ajeno, el cuerpo lo rechazaba.
—¿Cómo está Mamá?—dijo Ella, no parecía que acabara de insertarle tales objetos en el cráneo.
—No creo que la vuelvas a ver—su semblante cambió, dando lugar a uno dolida, cercano al arrepentimiento, pero se aferraba a su meta, volvería, ya no.
—Tú querías esto—le dije, no quiero que se desvíe del objetivo inicial.
—Yo te quería a tí—(no ha pensado).
Miércoles
Entré en la habitación, Ella dormía, era de noche pero eso Ella no lo sabía. Con dos dedos le tocaba el brazo, despierta despierta, con dos dedos le tocaba el brazo, con cuidado con cuidado. Ella despierta:
—¿Crees en Dios?—me miró cansada, —¿ahora?¿En serio?—debe pensar. Sí, ahora, veo a través de la herida el hueco que te ha dejado la vigilia.
—Sí, bueno, No. Tal vez
—¿Tal Vez?
—Sí, tal vez. Quiero creer en Dios pero tú no me dejas.
—¿No te dejo? ¿Qué he hecho yo? Yo solo existo—Ella calló, sé que me está dando a entender que ese es el problema, está deseando decirlo.
—Dios no nos dejaría en tal desamparo— se le ve molesta.
—Dios no nos tiene desamparados—le corrijo
—A tí, que lo tienes todo—pobre de Ella
—Tú también lo tendrás, no seas impaciente—sé que no me vas a hacer caso, sé que estás dolida.
—Nos cuesta demasiado, más de lo que debería—asiento, es una odisea.
—¿Y crees que Dios nos haría esto?—dijo de nuevo, se le ve más despejada.
—Dios no es bueno—dije, Ella suspira, parece incómoda, teme que tenga razón.
Jueves
—¿Has hablado con Papá?—le pregunté, la herida parecía mejorar, estaba surgiendo nueva piel, el pelo de alrededor de Ella comenzaba a molestar, Ella levaba varios días sin poder ducharse.
—No, pensaba hacerlo cuando volviera—lo sabía, cobarde.
—Lo estás haciendo más complicado aposta, entonces será demasiado tarde—sé que lo sabe y no le gusta oírlo: razona, lo sabes.
—Tengo miedo, no me culpes—Ella no avanza.
—Estás enfadada con él—con todos—
— No lo estoy.
—Sí, sí lo estás, y no se lo merece, él desconoce—Ella calla, no sé si esto está yendo bien o mal, no sé cómo se supone que tiene que ir, no encuentro escritas las normas.
—Hay mundo más allá de esta habitación, más allá de mí—no, no lo hay, o sí, no he salido nunca.
—Señor, está bloqueando la puerta—no me está mirando a mí, no me dirije la mirada.
—No hay puerta—le digo, está desorientada.
—Ni ventanas, las estás tapando todas.
Viernes
Ella come encorvada sobre sí misma, apenas la veo pero parece complacida, conforme.
—¿Alguna vez te has enamorado?—estoy tan concentrado en el proceso que apenas sé nada de tí.
—He tenido poco tiempo, aún así, ha sucedido, pero siempre estuviste en el fondo—yo no recuerdo haber actuado en las relaciones de Ella.
—Hace poco que hablamos ¿Estás segura?
—Sí, sí, tú siempre has estado: dentro de mí, te adueñabas de mis sensaciones, y fuera estabas en los ojos de los demás.
—¿Te enamoraste de mí?—lo que nos faltaba, yo estoy condenado a irme.
—Siempre te he perseguido, no sé si seré capáz de dejar de correr—Espero que puedas, si mueres tú ya no somos nadie, tú tienes que seguir por nosotros, tú eres la heredera.
Sábado
Vaso vaso, el vaso, espero que no haya hecho nada, nada nada.
Está postrada en el palé, está y no está, ha hecho efecto. Recojo el vaso y me acerco a Ella. Se ven los días, se ve el cambio. Su pelo se ha acartonado, ha sido bañado en grasa, se ha intentado fundir con su frente y escalpo. Se le está acabando el tiempo, se acerca lo inevitable, le he hecho un favor, no quería estar despierta, tampoco quería estar dormida.
No veo rastro del líquido del vaso más allá del efecto en su estado. Es momento de prepararla, voy a retirar todo.
Lleva días desnuda, llevo días viéndola desnuda y tan solo ahora me fijo.
No es cómoda, no es familiar. Ahora que me he fijado no puedo parar de mirarla, ahora que me he fijado ya no puedo (no) verla igual, su imagen nunca volverá a ser correcta a mís ojos. Su cuerpo desnudo, curvo, blando, hecho masa, no evoca ningún adjetivo otro que incorrecto. Menos mal que es temporal, voy a consolarme con su error. La manoseo esperando que los errores se desprendan, yo consiento por los dos, a Ella no se le puee preguntar. No pasa nada , voy a cubrirla, no quiero verla, la herida está sanando, el cambio será próximo. No puedo evitar sentir pena por dejarle, es demasiado tarde, no va a poder seguir sin publicidad.
Domingo
Me desperté y la habitación era completamente distinta, me sorprendió no verle a él, ni al vaso, me sorprendió que no hubiera rastro de nada y todo lo existente en la habitación fuera nuevo, todo estaba lleno de un sentimiento distinto, todo era más agradable, doloroso, pero más correcto, más conocido y cercano. Intuía que ahora habría ventanas, o una puerta, ahora la habitación era inundada por luz antes no presente. Oía algo gotear y el sonido me perturbaba, la madera del palé se me clavaba en la espalda y me hacía cuestionarme sobre la supuesta humildad característica del ser humano. Le echo de menos, me alegro de que se haya acabado, pero no de que ya no esté, sabíamos que él iba a dejar un vacío y ninguno de los dos pensó en como cubrirlo: yo no pensé en llegar hasta aquí y él no pensó en que yo no actuara. Sea como sea , ahora ya no está y debo continuar sin él, sin él sin él.
No puedo aceptar que se haya llevado una parte de mí, no, no se la ha llevado, la era, siento náuseas; la madera, la costra y el goteo me sobrepasan, me absurdecen, le absurdecen, nos absurdecen. He cumplido el objetivo y ya no hay meta fija, he cumplido el objetivo y lo he perdido para siempre. De este momento en adelante, no sé si temo más la ausencia perpétua de uno o la aparición de otro nuevo. No quiero otro él, no quiero otro ajuar, no quiero otro nosotros.
Me levanto, sigo el goteo por inercia, en vigilia baja, no por indefensión sino en defensa propia. Llego a un charco en el suelo de la habitación, me reflejo; yo y la luz, y me miro.
Me miro, y esta vez me veo. Me veo en el charco, me veo en mis ojos, me veo en la luz y veo la luz en mis ojos, nada más, tan solo yo en completa nitidez, tan solo yo sin interferencia alguna. Me fuí a mirar y nos vi a nosotros convertidos en mí.
Vuelvo a la madera y me humillo como nuevo baptismo. Descanso, era domingo.
Publicado en a03 en el 6 de abril del 2022
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