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Malicia indígena

Felipe. 

Espero se encuentre muy bien, yo lo estoy. No he podido dormir en los últimos tres días porque se me acabaron las pastillas por lo que he estado mas productiva de noche que de día. 

Hoy pasé sola la calle que usted me había enseñado a pasar, se acuerda? Un viernes a las 7:40 de la noche luego de un viaje muy largo de casi hora y media, pero habíamos cogido el bus que seguía derecho, no el que pasaba por la universidad, que es el que nos sirve. Y yo le dije, que hacemos acá? y usted con toda la calma del mundo me contestó que nos bajábamos y breve. 
Nos bajábamos, en la mitad de la nada, en medio de muchas fábricas. Y la calle, ese día la vi tan amplia, tan peligrosa, llena de luces, de carros y de cruces. Y usted me enseñó a pasarla y como si no fuera nada, como si yo ya supiera pasar, avanzó. Subimos la loma y que usted se iba a ir, que yo tenía que dejar de juntarme con esos marihuaneros de por allá, que me tomara en serio a la gente, que yo era más audaz que eso, que si volvía por allá y me tocaba sola no me metiera por ahí que me robaban, que usted no quería pasar pa no saludar a la mona. Y breve, llegamos a la casa. 
Yo no se lo dije en ese momento, ni se lo dije nunca, pero estuve muy agradecida de haber ido con usted ese día, de que usted me llevara hasta la casa y me enseñara a pasar la calle, pero vea que se lo estoy diciendo ahora. Y pensando en eso de que yo le debo muchas cosas, me acordé de la noche que salíamos y me los encontré en el paradero del bus, a usted y al otro, hice un chiste de irnos al otro lado del puente y al final sí terminamos yendo. 
Y el viento sobre el puente era mucho mas valioso que cualquier otro viento, pocas veces en la vida me había sentido tan viva, tan consciente de todo, sentí el aire entrar por mis pulmones limpios para esa época, me brincaba el pecho, me brotaba una sonrisa inevitable, la inspiración, los chistes del otro, los conocidos en el camino, luego me perdí al otro lado del puente por estar saludando a unos amigos, y usted me buscó y me encontró tomando eso que me habían dado por allá. Y luego, regresamos otra vez por el mismo puente, y yo me reía y me parecía que podía pasar mi vida entera corriendo esos riesgos, me parecía muy divertido. Me acuerdo que caminamos juntos hasta la glorieta y casi nos pisan un montón de carros, y que venían muchos de los buses que nos servían entonces nos pusimos a reír y hasta grabaron un video. Luego el otro se fue y nosotros cogimos pa la casa. Y que nos dolía el pecho, como si no supiéramos lo que estábamos haciendo. 
Que no me sentara en la capilla, que en los buses es mejor irse en la mitad, que cruce en diagonal y que no me vaya para la manga. Que no me junte con tal y que me apunte a hacer cual. 
Yo sí le aprendí. Lastima que ya tuve que pasar la calle sola, que me voy para el otro lado del puente sola y que me voy para la casa sola. Aunque ya todo esto me parece elemental, simple, superfluo. 
Gracias de todas formas, porque yo no sabía como llegar ese día y usted me llevó, ni sabía que el aire en los pulmones se podía sentir tan fresco y la noche tan libre, y resultó que sí. 
Donde sea que esté, mas allá de mi recuerdo. 
Atentamente Cenicienta. 


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