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Category: Writing and Poetry

Ojos ausentes

No me importa si es domingo a media noche y me duele la mandíbula, si la luna se cae la voy a ir a recoger y la voy a picar en pedazos para comérmela y que ya no me duela la boca. Lo cierto es que la luna no cae.

Entre cuatro paredes, justo en la esquina superior derecha está sentada María, pensando en la palabra precoz y en lo amarga de su semana, de su mes, de su vida, las luces de la ciudad no titilan y la noche avanza sin cuidado. Lleva allí dos horas, lo ha visto todo ya, entonces deduce que por eso no está sorprendida. Uno luego de rondar el infierno todo lo ha de ver con otros ojos, ojos ajenos, o no ha de ver, ojos ausentes. No sabe bien cómo comportarse, si sumergirse en el pantano, si volar con las mariposas o si buscar un ave para sentarse en la rama de un árbol a su lado. Así que se quedó en la esquina, ya es tarde y poco ha bailado, empieza a verlo todo con más lejanía, como si ella no estuviera allí presente y la imagen ante sus ojos estuviera dentro de un televisor, se ríe a veces y extraña los viernes en el puente. De la otra esquina baja un ser para indicarle que es hora de partir, así que se para y se incorpora en la pantalla del televisor para despedirse de todos, besos y abrazos, cuanta falta me vas a hacer. 
Bajan desde lo más alto de una torre, se despiden de la matrona y salen por el portón, la noche está fresca y aún es joven, pero ya no podían quedarse más si estaban pagando una condena. 
Ya lograste determinar el camino correcto? María no sabe que contestar. 
Sí, no, tal vez. Hace un chiste amargo sobre perderse del todo y se ríen. En un abrir y cerrar de ojos María está de nuevo en casa. Tiene hambre así que llena el estómago de excusas y falsedades, se sienta en el mesón y mira hacia el techo, 4 estrellas se han de caer esa noche. 
Se duerme en el mesón y tiene un sueño de color amarillo, entra en una habitación amplia y decorada, en la que hay una mesa en el centro y sentado en la mesa un personaje familiar. Le pide a María que le sirva té, y ella obedece, pero el té está amargo así que el personaje se molesta, María toma la miel y agrega un poco, lo prueba, un poco de miel no basta, le agrega más y se lo entrega, el personaje la mira disgustado, un poco de miel no basta, así que María le pone mucha más miel y se lo pasa, pero luego de probarlo el personaje lo tira con rabia, la mira con desconcierto como si se preguntara como puede ser tan boba y de su bolsillo saca un cigarrillo, toma la candela y lo enciende en su boca, se agacha a recoger el pocillo del té y sacude su cigarro al interior de este mientras le dice a María: "Tu vida era amarga, pero jamás podrás endulzarla,  un poco de miel no basta María, y no sabes medirte, demasiada miel es peor que la amargura, la vaciaste entonces y mira como ahora no es más que un miserable cenicero, un cenicero como la vida de Cenicienta" 
María, dolida por la verdad que el personaje le acaba de recordar, le dice que él es el culpable, él tiró el pocillo y reprochó el sabor del té, él encendió el cigarrillo y lo descargó dentro del pocillo. Se retira de la mesa y también de la habitación dándole la espalda al personaje.
"No es mi vida María" le contesta una voz lejana.

María despierta un lunes, en medio de otra desorientación y no le sorprende no saber que día es hoy. Si pudiera volver a preparar el té o incorporarse en la pantalla del televisor durante todo el show en vez de solo al final, no lo haría.
Porque ahora mismo puede, y no lo ha hecho. 
Esta es para tí María sin ti ya ni sé que haría.


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