Grita, gime y araña el cabecero de mi cama.

Tras dejar un mordisco en la parte baja de tu abdomen, tomé tus bragas con los dientes y comencé a bajarlas. Luego me ayudé con las manos, hasta arrastrar la prenda fuera de tu cuerpo.  Siente frío, pero enseguida nota el calor de mi boca que beso su rodilla, antes de separar sus piernas con mi cabeza.

No soy capaz de hilar un solo pensamiento.  Sus músculos se han rendido hace tiempo, han perdido toda la fuerza luego de esos orgasmos, por veinte minutos seguidos.
Se abandonó a la sensación que le produce la punta de mi lengua delineando sus labios menores, siento su piel que se eriza, el escalofrío que le atraviesa.  Mis manos, aparecerán sus extremidades inferiores lejos la una de la otra, y ahora, agarro sus nalgas y por detrás de la penetro.
Grita, gime y araña el cabecero de mi cama.
La tomo del pelo como potra salvaje, mientras acompaña el vaivén de mis movimientos con los suyos...
Habían pasado horas...
Pero para mí,
Fueron minutos.
Minutos gloriosos, apasionantes y excitantes.
Y hubiera repetido toda la noche...
Pero ella, después de la tercera vez, quería descansar.
Así que me toqué mientras dormía desnuda a mi lado, grabando instantes antes, y después de mi cuarto orgasmo, me acurruqué en su pecho y sucumbí a los brazos de Morfeo.


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