Claustrofobia Mental

Este agridulce sentimiento, ser tan libre y estar tan solo.

Pero se que no es el momento adecuado para autocompadecerme...

Me dan ganas de beber hasta sentir que soy otra persona...

Una lata.

Y luego otra.

Y otra, y otra, y otra, y otra....


Poética tragedia que acompaña mi deseo de ser alguien más, que oculta las heridas bajo una manga descuidada y manchada. Nada cuesta esconder las laceraciones de la noche anterior, viendo la hipodermis bajo una costra podrida de sangre. Las mismas manos que en algún momento, ahora olvidado, crearon cosas hermosas, ahora agonizan en rabia y rencor.

Rencor con la vida.

Rencor consigo misma.

El pasado no se desvanece.

Ya no me reconozco en el espejo, solo veo la sombra de lo que creía debía ser. Un fantasma errante, un caparazón vacío que recorre las calles de la ciudad, despreocupado del peligro, añorando huir.

Que se sienta en medio de un campo de flores muertas. Un sendero de flores marchitas; hojas secas y sus sueños infantiles debajo de sus pies. 

Cediendo en el momento en el que siente que vuelve a ser un niño.

Pues en presencia de aquel chico de mirada compasiva y palabras arrastradas me sentí seguro. Su presencia, como un hermano, como alguien que me protegería. Una ilusión creada por mi necesidad de sentirme seguro en un lugar en el que no quería estar. Pero al igual que mi sangre, fui apartado por prioridades más grandes, por vínculos ya formados. 

Cuando vi amigos, sentí que podía ser yo. Gran error de mi parte inferir que querrían seguir siendo así.

La gente madura, la gente crece, la gente deja lo que fueron para convertirse en mejores personas.

Pero yo me reúso.

Quiero volver a crear cosas hermosas, que estas manos lastimadas, laceradas y profanadas en nombre del paso de tiempo vuelvan a valer la pena.  Quiero volverme a sentir digno de amor, digno de comprensión, digno de recibir un abrazo, un "Te quiero", un "eres mi mejor amiga", un "Esa es mi hermana"...

Anhelo volver a sentirme con el derecho de recibir amor.

Olvidar el ser inseguro y egoísta que soy y solamente volver a actuar como si el tiempo nunca hubiera pasado.

En mi pecho resuena más fuerte de lo habitual un vacío que palpita fuera de compas, un vacío, recordatorio constante de lo distorsionados que se volvieron mis días desde que recibí la noticia.

En mi cabeza resuenan los ecos ausentes de los inocentes niños que conocí como mi otra mitad, amistades de la infancia, un primer amor inocente que susurraba una promesa, lentamente borrada con la lluvia de cada uno de los veranos en los que los vi por última vez.

El canto perdido de mi amada, mi dulce soledad que se volvió mi mayor compañía ante una amenaza biológica, la que susurra en mi oído antes de dormir, la que me escucha cuando mi dialogo se ve interrumpido, cuando soy sordeado por otras voces, la que llama a esa niña solitaria que llora en silencio en las noches, la que cura las heridas, sangrantes, brillantes... A quien encuentro al fondo de la lata.

Su rostro y su cabello bailan al compás de la brisa de enero, un nuevo amanecer, una nueva oportunidad. Una chance de ahogarme en nostalgia, de destrozar mi mente, de pudrir mis pulmones, de roer mi piel, de dañar mis riñones, de desperdiciar mi tiempo, de morir lentamente y desaparecer.

Sus ojos brillan como el filo de la navaja.

Desgraciada la joven que se odia a si misma, que se abstiene de comida, que carece de energía.

Que solamente vive a la sombra de su pequeña ella, soñadora, visionaria, creativa y motivada. De esa niña de fotográfica memoria, no queda más que el cadáver una adolescente que aclamaba misericordia.

Que al terminar la semana deja atrás todas las preocupaciones que la atormentaban.

Permanece ajena a todo mientras beba.

No puede negar amor cuando viene en una botella.

Hogar en una botella, anestesia en una botella.....


No necesito nada que no venga de una botella....


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