Hoy no siento rabia ni tristeza. Solo una calma extraña, como si algo dentro de mí se hubiera apagado sin aviso. Es curioso cómo uno puede acostumbrarse al vacío y empezar a llamarlo paz.
Miro hacia atrás y no sé si realmente cambié, o si solo aprendí a fingir mejor. Tal vez madurar es eso: dejar de pelear con las emociones y aceptar que ya no se sienten igual.
Sigo respirando, sigo escribiendo, pero a veces me pregunto para qué. Supongo que sigo porque no sé hacer otra cosa. Porque en el fondo, aún espero que algo —cualquier cosa— vuelva a encenderme por dentro.
Comments
Displaying 0 of 0 comments ( View all | Add Comment )