No siempre es necesario matarse por entender a alguien. No siempre las personas pueden ser comprendidas; sus acciones, muchas veces, tampoco pueden serlo. Y es lógico: no somos ellos. A veces, ni siquiera ellos se entienden a sí mismos ni son piadosos con su propio dolor… y eso es triste. Es triste intentar comprender las acciones que duelen. “¿Por qué lo hizo? ¿Por qué lo hacen?” La única respuesta es que no hay respuesta. Creo que debemos intentar comprender desde nosotros mismos a la otra persona, sabiendo que los actos de alguien hablan de él mismo y no de nosotros, aunque nos afecten o nos hieran.
Soltar la idea de que “yo soy el centro del universo” es un acto de misericordia hacia uno mismo. Es hallar la paz en dejar de entender desde la tristeza, y empezar a hacerlo desde el amor: amor propio, y amor como entendimiento de que las personas somos muy complejas.Cada persona es un mundo distinto, incluso fascinante. Y parte de crecer es dejar las cosas donde están, por el bien de uno mismo. Tal vez esas personas nunca comprendan el daño o la magnitud de sus actos; pero ese también es su camino, su proceso hacia su verdad, hacia quienes son.
Al final, todo lo que hacemos, incluso lo que duele, se hace por uno mismo… para crecer, para transformarse, para descubrir quiénes somos realmente.
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