El erróneo concepto de privacidad.

¿Cómo puede ser un privilegio algo tan trivial como es la privacidad? ¿Cómo puede suceder esto en esta sociedad? En este siglo donde la modernidad y la posibilidad de ser uno mismo está en su mejor momento ¿Cómo la privacidad está sometida, prohibida y dominada por personas que no nos conocen?
Esa tiranía injusta que es la exposición al mundo creada e impuesta por la necesidad de validación externa a través de una vitrina digital, permea incluso a quienes intentan resistirse. Aunque alguien elija no participar directamente en este mundo, no escapa a su influencia. Las conversaciones se centran en lo que se vio en internet, las expectativas sociales se moldean por cánones irreales difundidos masivamente, y la presión por ajustarse a una narrativa prefabricada se siente intensamente, aunque sea de forma indirecta. La privacidad se erosiona no solo por la voluntad de compartir, sino por la omnipresencia de una cultura que lo exhibe todo y, por tanto, espera que todo sea exhibido. La línea entre lo público y lo privado se difumina, y la intimidad se percibe, cada vez más, como una rareza o incluso algo sospechoso. La sospecha constante de ser observado, juzgado o malinterpretado se instala como un fantasma en la cotidianidad. En este presente donde la frontera entre lo íntimo y lo público se desvanece, la ausencia de un escudo protector nos expone a una nueva forma de contagio: los "sentimientos impropios". Esta propagación silenciosa, alimentada por la omnipresencia de las redes sociales, va más allá de la mera comparación superficial. Al carecer de una verdadera coraza de privacidad, nos volvemos vulnerables a internalizar las ansiedades, las depresiones y hasta los malestares físicos que pululan en el espacio digital. La constante exposición a vidas filtradas y a menudo distorsionadas genera una presión implacable, sembrando la semilla de inseguridades y miedos ajenos en muchas psiquis. Así, la falta de privacidad no solo revela nuestros datos, sino que también nos deja indefensos ante una epidemia de "sentimientos impropios" que corroe nuestra salud mental y física desde adentro.
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