mi poesia

Llegué al punto del abismo,

me abrí el estómago sin temor,

ofrecí mis entrañas al aire

como quien da su último amor.


Llamé a los cuervos con un grito,

¡Vengan! ¡devórenme sin piedad!,

que al menos su pico afilado

me regale algo de verdad.


Pero no bajaron del cielo,

me ignoraron con su mirar,

y entre sollozos les rogué:

¡tómense este dolor sin dudar!


Ni siquiera el cuervo más negro

posó sus alas sobre mí,

y comprendí que hasta el hambre

prefiere huir de lo que hay aquí.


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