Dejenme ser yo mismo alguna vez en mi vida.

La poesía es una forma de expresarme, pero quiero por una vez en mi vida expresarme sin sentirme tán asfixiando. Esperan que todos estos textos sean lindos de escuchar. Mi poesía, ese refugio de la verdad íntima, se convirtió en un campo minado. Cada verso es vigilado bajo la lupa de miradas expectantes, obligándome a moldear las palabras, a disfrazar los sentimientos más crudos para que encajen en el molde de lo "poético" de lo “bello”. La autenticidad se sacrifica en el altar de la forma en que escribo todo esto, y la expresión genuina queda sofocada por el temor al juicio.
A veces me arrepiento. En el principio, cuando todo esto comenzó, mi poesía era tán íntima que solamente mi lapicera y yo éramos los únicos que sabían que estos textos existían. Yo me decía que cada texto era una carta escrita, pensada y dirigida para mi. Nadie las leía, solo yo, cuando estaba melancólico. Como no tenía a nadie que me juzgara, podía escribir en una libertad tán propia que era lo único genuino. No era aquella libertad ajena que creía ciegamente que era propia, era genuinamente mía, y lamento tanto haberla perdido tan tontamente.
Y lo peor es que no sé en qué momento exacto la perdí. No fue de golpe, no fue un día que me dijera “a partir de ahora van a leer todo lo que escribo”, fue un proceso lento, imperceptible, como una herida que se va abriendo sola mientras uno duerme. De pronto, empecé a escribir esperando que alguien entendiera. Después, que alguien aplaudiera. Y en ese tránsito, sin darme cuenta, me vacié. Hoy releo mis textos y me pregunto si realmente soy yo el que habla. O si solo soy una voz impostada, cuidadosamente moldeada para gustar, para conmover, para ser “ese que escribe cosas lindas”. Pero yo no quiero escribir cosas lindas. Quiero escribir lo que duele, lo que arde, lo que no sé decir en voz alta. Quiero que mis palabras sangren, aunque manchen, aunque no decoren nada.
Tal vez algún día vuelva a ese lugar, a ese cuarto silencioso, a esa noche sin presiones. Tal vez algún día vuelva a tener esa hoja en blanco que no exige nada. Tal vez algún día me vuelva a escribir una carta sin pensar si alguien más la va a leer. Y si alguien la lee, que entienda que no está hecha para él, ni para ella, ni para ustedes, ni para nadie. Está hecha para mí. Porque ya me harté de explicarme. Déjenme ser yo mismo alguna vez en mi vida, aunque eso no guste. Aunque no suene bien. Aunque no rime.
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