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Category: Writing and Poetry

Yolanda

Te pediría dinero para comprar libros, pero son costosos y yo muy orgullosa, le dijo a Jhon la vez que él le ofreció comprarle algunos para que se pasara las madrugadas en el bar.

Las memorias de Yolanda viven en una cámara digital que compró en 2007 cuando llegó a la ciudad, actuaba como turista, lo era. Ella ya había visitado Cali muchas veces, llevaba casi un año viviendo allí y sin embargo no pudo evitar sentirse extraña mas de una vez. Entonces compró una cámara, le tomó fotos a todo, ella, las decoraciones navideñas del centro comercial, sus amigos, un anuncio de aguardiente, las placas de un carro, la vitrina de la librería.
La vitrina de la librería le parecía un lugar seguro, podía pararse ahí, no pensaba nada negativo, no pensaba en nada que no fueran los títulos.  Observaba con detenimiento cada libro  autor, sinopsis, y siempre salía queriendo comprar más de uno pero nunca le alcanzaba el dinero. Ella trabajaba pero no tenía buen sueldo, no le pueden pagar bien a una niña de 19 años que sirve tragos en un bar de mala muerte del centro de la ciudad y que además viene de otra parte, es extraña. Antes de milagro es que le pagan.
En ese trabajo Yolanda conoció todo tipo de personas, pobres y ricos, estudiantes, gerentes, mafiosos, sicarios, madres, maestros, ingenieros , médicos, químicos, policías, militantes del ELN y las FARC, políticos, actrices , modelos. Era triste conocer a la gente por su lado más oscuro, una de esas noches en las que la luna expulsa frío y melancolía conoció a Jhon, un hombre tan sencillo como su nombre, era estudiante de escasos recursos, estudiaba periodismo y le hablaba de un trabajo mucho mejor, que daba más plata y era más fácil. Ella nunca supo el por qué un estudiante de periodismo estaría metido en ese tipo de vueltas.
El dinero fácil fue algo que Yolanda nunca vió como malo, su papá la había mantenido a punta de eso toda la vida, y si eso le había dado bienestar entonces cuál era el problema?. Pues bien, tenía que vivirlo en carne propia para entender.
Jhon la metió en el negocio, vueltas fáciles, ir allí, distraer a aquella, guardar esto, entregar acá, recoger allí y así. Le daban buen dinero, ella no se quejaba ni preguntaba. Ya le daba para comprar libros cada vez que iba a la librería.
Un martes 3 de diciembre a las 11 de la mañana Jhon la llamó y le dijo "Yoli, el sábado te tengo una grande" ella no pensó que lo de grande de verdad fuera en serio.
Arrepentimiento, Yolanda se involucró con el hijo de un comandante paramilitar que las milicias en Cali tenían fichado, la tarea era llevarlo a un restaurante que queda del lado "bonito" del puente en horas de la noche y poner un líquido misterioso en lo que fuera que el pidiera para comer, le iban a pagar muy buen dinero, el suficiente para irse del país.
Hizo todo lo que tenía que hacer, pasó todo lo que tenía que pasar, un muerto a sus espaldas. Recibió el dinero pero no pudo irse del país porque en cuestión de una noche se había convertido en una de las caras de los más buscados del país.
Se compró una casa en el campo, allá en Nariño, escondida. Empezó a vivir como un ermitaño, no salía, no hablaba con nadie del caserío más cercano y era lo más autosuficiente que podía. 
Jhon le mandaba cartas y mas de una vez le pidió perdón por haberla involucrado en todo esto, pero ella siempre le decía que la culpa no era toda de él, en el fondo Yolanda sabia lo que hacía. Ese caso quedó en el olvido, un país en el que la justicia se vive más en los titulares de noticias que en los tribunales fue un gran beneficio para ella, la muchacha que nunca supo adaptarse bien a la falta de hogar.
Lejos de dejar de ser extraña y poder llegar a un sitio al que llamar hogar Yolanda sobrevive entre los recuerdos de las noches en el bar, la voz de Jhon, la buena vida que se daba en Cali, las historias que lee en libros de segunda wue jhon le manda junto con las cartas y las fotos de la cámara. 
El último libro que leyó fue uno sobre la investigación de su crimen, afortunadamente todo era muy confuso y no hubo manera para el escritor de sacar conclusiones respecto a víctimas y victimarios.
Ya no toma fotos, piensa que esa fue la única época de su vida que valdrá la pena recordar y con eso es suficiente. 


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