Al despertar no pensó siquiera en dónde estaba, pero se sentía rara. Era un sentimiento de alivio y ansiedad a la vez, acompañado de una pesada incapacidad para moverse. Se había desmayado y lo reconocía, aunque se decepcionó a ella misma. Cuando recuperó al completo la consciencia, supuso que estaba en un hospital, porque las paredes eran azules, la cama tenía asas, había una cortina a mano derecha y a izquierda, una gran ventana que daba vistas a la entrada de emergencias, con las ambulancias llegando y yendo. Fuera el sol brillaba con tanta intensidad que, tuvo que apartar la mirada con el ceño fruncido y la redirigió al techo. Suspiró. Su pecho dolía y en el brazo derecho tenía una vía puesta.
Entonces se acordó de Akabane, y su pecho dolió más. No era un dolor angustiado o preocupado, sino curioso, emocionado por saber si habría sobrevivido o no. Probablemente, ella, si seguía viva, estaría detrás de la cortina. La emoción le quitó el malestar, “¿Para qué me habrán puesto esta cosa, si estoy bien?”, pensó antes de quitarse la vía de un tirón. Se sentó en el borde de la cama, destapándose. Llevaba un camisón blanco con pequeños puntos azules que le cubría un poco más de las rodillas. El suelo estaba frío, y fue de las primeras sensaciones que estaba segura al completo de haber sentido tras despertar.
Sintió la tensión en su espalda al levantarse de la cama. La sangre goteaba de su brazo, aunque no le preocupaba manchar el suelo. Agarró la cortina. Si Akabane estaba ahí, estaría bien, porque quizá Akabane dejaba de ser tan molesta. Si Akabane no estaba ahí, también estaría bien, porque Akabane dejaría de ser tan molesta. Viéndolo así, por lo que más se debería de alegrar, sería en el caso de que hubiera muerto, pues era una victoria segura al fin y al cabo, aunque a decir verdad, sería aburrido no molestar a nadie. Tras meditarlo un poco, corrió la cortina.
Estaba ahí, con definitivamente más de cinco vías en su estómago. La escena no era bonita. “Para estar así, preferiría morir.” Pensó, pero en el fondo estaba conforme con el hecho de que no hubiera muerto. Estaba dormida, y su pulso parecía estable. La miró unos segundos después de suspirar y asomarse a la ventana, apoyada en el alféizar.
Por el brillo, debía de ser al mediodía o después de la hora de la comida. No había una sola nube cubriendo el cielo. Cada persona que venía en la ambulancia sufría, y tenían sus propias vidas, en momentos así Yaeko recuerda lo insignificante que es en el mundo. Tocaron a la puerta, pero ella no se movió.
Era Ritchi, lo vió en el reflejo del cristal, sin decir mucho más.
一Veo que ya estás despierta.
一¿Cuánto tiempo he estado fuera de mi?
一Solo un día.
一Hm一Contestó con parsimonia一. Falta la prueba de nado, ¿no?
Ritchi permaneció en silencio, atónito. Al rato respondió一Sí. Mañana por la tarde haremos las cognitivas.
Volvió a suspirar一¿Qué hora es?
一Son las tres.
No hablaron mucho más antes de que Ritchi volviera a irse, dejándolas solas. Todavía seguía mirando por la ventana cuando una sonrisa se dibujó en el rostro de Yaeko.
Akabane iba abriendo los ojos poco a poco, y todo para encontrarse con Yaeko, de rodillas en el suelo, dormida, sosteniendo su mano con la cabeza apoyada en la cama. Se sorprendió. La contempló unos segundos antes de que el pulsómetro comenzase a pitar. Yaeko se despertó por el ruido, lo que también atrajo a las enfermeras. Era una escena graciosa, siempre y cuando no se sacara de contexto.
Más tarde llegó Nezumi, vestido casual. Se le veía agitado.
一¡¿Estáis bien?!
Yaeko bostezo. Estaba acostada en la cama, echándole un ojo a una revista que había por ahí. Le habían vuelto a poner las vías.一Umh…¿Nezumi? Ah, hola.
Akabane, por otro lado, estaba dormida de nuevo.一¿Cómo me puedes hablar tan tranquila?一Negó con la cabeza.
一No tengo energía como para poner énfasis一Se cubrió con la sábana一. ¿Cómo está el pulsómetro de Akabane?
一Un poco bajo, pero bien一Colgó su abrigo para sentarse. Suspiró fastidiada.一¿Sabes cuándo podré salir de aquí? No me gustan los hospitales.
一Tú podrás salir esta noche, seguramente. Aunque no puedo decir lo mismo de Akabane…Tendrá que estar aquí unas semanas más. Hay dos guardias en la entrada, así que no te preocupes por ella
Yaeko la miró.一¿Cómo no me voy a preocupar? Entraron en la agencia como si estuvieran en su casa.
Nezumi permaneció en silencio unos segundos一Me alegro de que las dos estéis bien, no debí de haberme marchado. Lo siento de veras, pero tengo asuntos pendientes一se levantó一. Adiós. ¡Ah! y aquí te dejo ropa limpia.
Yaeko se despidió con un gesto de mano y volvió a recostarse. La habitación se había inundado otra vez de un extraño pero solitario silencio, interrumpido por un opresor pulsómetro. El sol ya se estaba escondiendo, y entraba en línea por la ventana, golpeando su cara. “Me pregunto qué estará haciendo Li”, pensó entre muchas cosas.
Mientras miraba por la ventana, una ambulancia atropelló a un gato. Era un gato feo, quemado, y le faltaba pelo. La ambulancia pasó rápida, y ahora el gato estaba desfigurado, y se le salían los órganos. Nadie parecía acercarse a ayudarlo. A esto, Yaeko pensó: “Si yo estuviera ahí abajo, ¿lo ayudaría?”. Le dieron náuseas, y no por el gato, si no por un desagradable recuerdo. Apartó la mirada.
Unas horas después le dejaron irse a su casa, así que se cambió de ropa con una muda que le había traído antes Nezumi y se despidió de Akabane, que ya había despertado.
El hospital no quedaba tan lejos de su apartamento, así que se fue andando. Al llegar se puso su pijama favorito de entretiempo, se preparó la cena en el microondas y se sentó con los pies en la mesa en el sofá para ver la televisión como si nada hubiera pasado. De repente su vista cayó en sus brazos.
Eran fuertes, pero contenidos con vendas y dolor. Fueron malos tiempos. Los miró en trance, con impotencia y disgusto. Un anuncio musical y colorido la sacó de la ola, y siguió cenando. Al terminar no pudo lavar los platos, porque el detergente hacía que le escocieran los nudillos, abiertos desde hace unos días. Decidió lavarlos después, y salió al balcón. Hacía frío, pero estaba bien.
“Es una pena, no pude traer mis cigarrillos conmigo…”, murmuró molesta.
No es que fumara mucho, pero le ayudaba a pensar mejor en este tipo de situaciones. Tomó una buena calada de aire, frío y húmedo.
A la mañana siguiente se despertó tarde, porque era sábado. Se vistió y salió para ver a Akabane.
一¡Yaeko!一exclamó sorprendida.
一¿Pensabas que no vendría? ¿Cómo estás?
Alzó una ceja一¿Preocupada?
Se sentó en el borde de la cama一Bueno, te dispararon en el abdomen frente a mis ojos…一contestó rascándose la barbilla.
Akabane no dijo nada, solo la miró con una ligera sonrisa一...
一Ahora que lo pienso, la habitación es doble. ¿La has tenido solo para tí desde que me fuí?
Negó lentamente con la cabeza一Ingresaron de madrugada a un niño de trece años. Todavía no ha despertado.
Yaeko dirigió su mirada a la cortina一¿Qué le pasó?
一Un tiro en la cabeza一Contestó en un suspiro.
一...Un tiro en la cabeza siendo tan joven…
Ninguna de las dos dijo nada durante un rato一Es sorprendente que siga vivo.
Soltó una risilla一¿Por qué crees que Ritchi envía aquí a los enfermos? Este hospital tiene a los mejores médicos.
一Debe ser caro.
一Para alguien como nosotras, sí. Pero como Ritchi es asquerosamente rico, nos paga los seguros médicos.
Ambas mantuvieron una pequeña charla sobre lo que ocurrió ese día, y poco a poco Akabane fue recuperando su personalidad burlona de siempre一Será mejor que me vaya yendo一terminó con la conversación Yaeko, poniéndose de pie y comenzando a andar.
一¡Espera!一exclamó Akabane agarrando su mano.
Yaeko, sin darse la vuelta, miró extrañada su mano de reojo y después la miró a ella一¿Qué?
一¿Seguro que no pasó nada más después de que me desmayara?
一¿Por qué pareces tan preocupada?一su mirada se posó en sus manos.
Parecía que Akabane no sabía qué decir, y por el disgustado semblante de Yaeko, se apresuró a soltar su mano一¡Ah!... Perdón. Adiós…
Su rostro regresó al de siempre一¡Bye bye!
La puerta se cerró tras de ella, pero no se movió. Permaneció quieta unos segundos mirando su mano, al rato apretó el puño y se fue con un suspiro. No es que le diera asco Akabane, o quizá sí, es solo que no estaba acostumbrada a ese tipo de contactos físicos, y menos si venían de alguien que no era Li Mei. En el paseo a casa cayó en lo pesado que era no tener un método de transporte. En Japón tenía una bicicleta, robada, pero la tenía. Si el tiempo pasase igual de rápido que los acontecimientos de esa semana y ya fuera su cumpleaños número dieciocho, se compraría una muy buena moto. De todas formas, ya quedaba poco.
Aprovechó para explorar un poco más la zona, y descubrió que muy cerca de su apartamento estaba la estación de trenes, podría ir al trabajo en tren en vez de con un viejo que olía a tabaco y una chihuahua, y eso le hizo sonreír. Nada más entrar en el apartamento, se quitó el abrigo y la camisa. Antes de ponerse ropa cómoda metió un platillo de comida prefabricada en el microondas. Ya cambiada y con la comida lista, se sentó en el sofá con los pies encima de la mesa. No podía comer tranquila, al menos no con el persistente pensamiento de que le hubiera podido pasar algo a Mei, así que alcanzó su teléfono, pero Mei la había bloqueado, naturalmente. Suspiró prolongadamente mientras se calentaba la cabeza pensando en cómo localizarla. Su estómago comenzó a revolverse hasta el punto en el que tuvo que tirar la comida y recostarse en el sofá como un gato con frío. Logró llegar a un estado de somnolencia, desconectada pero conectada al mismo tiempo, pero su casi siesta se arruinó por el sonido del teléfono fijo.
一¡¡Uuugghh!!一gruñió fastidiada arrastrándose por el suelo para alcanzar el teléfono一¿Qué?
一¿Es usted Kyo-
Colgó del susto, aunque le sonaba un poco la voz del hombre一¿¡Qué cojones!?…Ah, claro, debe ser él一sus energías parecieron regresar del limbo, se puso su abrigo y salió a la calle, a uno de los típicos teléfonos de pago de la esquina para retomar la llamada con aquel extraño.
Cuando terminaron de hablar sentía que su cabeza iba a explotar y a decorar las paredes del apartamento con sus sesos. Decidió tumbarse en el suelo para enfriarse un poco, como solía hacer en Japón, pero terminó quedándose dormida ahí mismo
“Yaeko”
…
“¡Yaeko!”
…
“¡YAEKO!”
Se despertó. Seguía en el suelo. No sentía su cuerpo, tenía los músculos entumecidos. Alguien estaba golpeando insistentemente la puerta, pero paró de repente y segundos después esta se abrió. Nezumi entró. Se veía preocupado. Sentía la garganta muy seca, rasposa y le dolía al tragar.
Bostezó一...¿Qué pasa?
一¿¡Cómo que qué pasa?! ¡Es miércoles!
一¿Miércoles? Pero si es domingo…
一¿Se puede saber por qué no te presentas en el trabajo? Ritchi me mandó a buscarte.
一Juraría que es domingo一miró para otro lado.
一¡He dicho que es miércoles!一un tanto alterado, le puso el móvil en la cara a Yaeko一¿¡Ves!?
Yaeko estaba, curiosamente, no sorprendida一Vaya, me habré quedado dormida.
一¿¡Desde el domingo!?
Asintió mientras intentaba sentarse一Me pasa a veces…
一¿Has ido al médico a que te lo vean?
Soltó una pequeña risilla一¿Te crees que tenía dinero como para ir por ahí paseándome por los hospitales? No me hagas reír.
Nezumi suavizó su expresión一Lo siento…De todas formas, nos vamos al hospital ahora mismo.
一¿¡Por qué?!
一¡Para que te vean y digan qué te pasa!
一¡No me gustan los hospitales! ¡Suéltame!
No tuvo la oportunidad de zafarse, no con el cuerpo tan adormilado. La arrastró hasta el coche y en menos de diez minutos ya estaban ahí, sentados en la sala de espera.
一...
一¡No me mires así! Si te ocurre a menudo y vuelves a faltar al trabajo, Ritchi se enfadará. Necesitas un justificante médico. Aparte, Akabane lleva unos días preguntando por ti.
一¿Cómo está?
一Bien, podrá ser pequeña pero se cura rápido, algo propio de su cargo si me preguntas.
一¿No se descontrolarán las bandas si no está ella?
Nezumi negó con la cabeza一Los de su banda no suelen causar problemas, y Max, el jefe de la pandilla enemiga, respeta el reparto de territorios. E incluso si intentan atacar, tenemos a gente vigilando las zonas más conflictivas.
一Pues espero que esa gente vigilando sirva para más que los guardias de la entrada.
Para sorpresa de Yaeko, Nezumi se rió一Ritchi dice que ya se ha encargado de eso…
No pudieron continuar hablando porque el médico los llamó para atenderlos. Más que una consulta aquello parecía un interrogatorio, así que Yaeko estaba un poco incómoda hablando sobre sus síntomas, y más con Nezumi cerca, no le gustaba que la gente viese ese lado de ella.
Para su mala suerte, terminó ingresada. Miraba con recelo a su compañero desde la cama.
Suspiró一¡Mira el lado bueno! Estás aquí sola así que nadie te molestará estos días.
一Vete antes de que te lance algo.
Se rió一Vale, vale. Le daré a Ritchi el justificante, cuídate, vendré mañana.
Con el ceño fruncido y los brazos cruzados, asintió fastidiada. El silencio dominó el lugar, definitivamente se le hacía extraño, porque en Japón nunca había silencio. Si las mujeres de la casa de acogida de las que saltaba de una en otra no le estaban gritando, le daban sermones y charlas sobre qué hacer con su vida. Eso o se peleaba con sus maridos, una de dos.
Tuvo que hacerse unas cuantas pruebas antes de que se hiciera de noche y cayera dormida. No planeaba encontrarse con Akabane al día siguiente, pero la encontró sentada en el banco del parque del hospital.
一¿¡Yaeko!?一se encogió de dolor justo después.
一¿Qué haces fuera de tu habitación?
一Llevo muchos días ahí, me voy a poner enferma…¿Qué haces tú con el pijama del hospital?
一Oh, no, nada. Es que son cómodos y me compré uno igual.
Ambas se miraron, a Akabane no le había hecho mucha risa la broma一¿Qué te pasó?
一Nada serio, Nezumi me trajo para que me hicieran unas pruebas pero acabé ingresada unos días一se sentó en el banco junto a ella一 ¿Cómo estás, chihuahua?
Bufó一Todavía tengo energía como para darte una patada.
一¿Te salvo y así me lo agradeces?一se llevó la mano al corazón de manera dramática一¡Me ofendes!
Akabane suspiró, y juntó las manos. Parecía querer decir algo一Yo…Verás…
一¿Gracias?
Tragó saliva一Sí…
一¡Ja ja! Ya estabas tardando. Mi cumpleaños es el once de noviembre, comprame una motito anda.
一¡Vete a la mierda!
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