Me gusta notar hasta lo más pequeño que pasa ante mis ojos, observar cada detalle que podría llegar a parecer insignificante.
Recuerdo cuando la tristeza me abrazó y quiso acabar conmigo, pero eso acabó. Reconozco que me he equivocado en muchas ocasiones y que tengo que valorar lo mucho o poco que tengo. Que la tristeza que me detenía y me tenía encerrada era mi propio yo, que no marcaba un alto ni con otras personas ni conmigo misma, tanto así que mi único enemigo era mi reflejo al verme al espejo.
Llegué a un punto en el que lloré y lloré tanto que sentí que mi cuerpo quedaría seco, que las lágrimas se acabarían, así como yo acababa con mi tiempo.
No quiero ser la típica persona que dice esconder su tristeza con una sonrisa, lo que puede sonar algo incoherente, ya que siempre he sido una persona muy transparente, pero nunca logro contar cómo me siento por el miedo a no poder conmigo misma, el miedo a romper en llanto sin poder transmitir mis sentimientos, el miedo por el nudo en mi garganta que ansía gritar que ya no puede más. O al menos eso me solía pasar.
A pesar de todo, doy gracias porque mi vida no es mala. Para algunos, mi vida puede llegar a ser insignificante, para otros tal vez soy muy afortunada y quisieran lo que yo, pero no importa lo que piensen los demás, importa lo que pienso yo.
Es por eso que ya no me preocupo tanto. Siempre he sido una persona que sobre piensa demasiado, pero estoy trabajando en ello y estoy orgullosa del avance que he tenido, en la forma en la que llevo las cosas. Ya soy una misma y me abrazo con cariño, recordándome que no es una mala vida, solo son malos días.
Soy feliz con lo que ahora tengo, con lo que se fue y lo que vendrá. ¿Qué sentido tiene vivir el presente si extrañas el pasado y temes al futuro? No terminas de disfrutar ninguno.
Comments
Displaying 0 of 0 comments ( View all | Add Comment )