Toda mi vida he amado como perro
Desde la inocencia de un cachorro, hasta el desespero de un callejero rabioso.
Cuando amo me vuelvo dócil, agitando mi cola de lado a lado.
Alzo mis orejas y me quedo en la puerta a la espera
Aún si no me ata ninguna correa.
No ladro, no huyo, no muerdo.
Me gusta jugar, pasear, caminar, pero más me gusta amar.
Amo a mi amo, amo que me ame
Pero si no tiene amor para darme, yo tengo exceso de amor para obsequiarle.
Froto mi cabeza contra su mano, quiero que me acaricie por tiempo prolongado.
Mi pelaje es suave, mis colmillos blandos, y mi corazón completamente suyo.
Quiero darle todo a mi amo, cuidarlo, protegerlo, quererlo.
Lo hago aunque me haga daño.
Empiezo a preguntarme:
¿Mi amo es malo?
No, no puede ser malo, aunque a veces me haga a un lado.
Pero ¿No nota mis orejas caídas, mi cola entre las patas y mi mirada cabizbaja?
¿El plato medio vacío, mi despertar tardío y que muero de frío?
No quiero ladrar porque se que me va a regañar, o tal vez gritar
No deseo que me quite el poco amor que me tiene para dar.
Pero si no ladro, me callo, ¿se acabará el daño que ha causado?
Mi amo me ha abandonado.
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