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Category: Writing and Poetry

Miro a la entidad.

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Miro a la entidad… por decirlo, “cara a cara”, puesto a que mi lenguaje no me permite describir realmente la imagen que se quema en mis retinas. Es como ver la figura del universo condensado en la punta de un alfiler. Estoy perdido en algún lugar de la realidad, probablemente muy lejos o muy cerca de la molécula de un zapato.

 

Entonces me pregunta:

 

Conociendo la vasta crueldad de este mundo, que arremete contra los inocentes, contra los inválidos, que es capaz de arrebatar de una madre su hijo, capaz de sumir en la mayor de las miserias a cada héroe que haya pisado tierras vírgenes, colonialistas o imperiales; aquella crueldad que permite el eterno e incesante enfriamiento de este universo, y que a su vez quema con el ardor de veinte millones de llamas el alma de aquellos que no supieron deshacerse de su humanidad a tiempo, antes de consumir por completo sus vidas y sus buenas acciones; y por último, la misma crueldad que enceguece al hombre, reduciendo su cerebro y pensamientos a una mera nuez de falsas interpretaciones, provocando las más crueles guerras, así como también aquellos desentendimientos que carcomen por completo el corazón de los románticos. Esclaréceme entonces ¿Tu fé es simplemente un concepto, una malinterpretación, o la voluntaria intención de no concebir tu vertiginosa desaparición de este mundo?

 

Pienso, por una eternidad probablemente, y sin embargo sin dudar por un segundo respondo:

 

La crueldad no es más que la consecuencia de estar vivo. Es una parte fundamental para que los hombres entiendan que todo regalo tiene un precio, pero que no por ello se nos negará la recompensa de ser felices. El alma del ser humano no responde a ninguna ley dura que explique que la oscuridad no es sino la ausencia de luz, sino que en ella se encapsulan como componentes principales de nuestro ser. El mal y el bien, la crueldad y la bondad, la envidia y la admiración, todo aquel mal no viene sino contrastado por un bien, y ninguno de ellos dos existiría sin el otro. Cada sufrimiento deberá ser reconocido, y entendido como un suceso imposible de evitar, puesto a que el entendimiento del mismo surge de una gran bondad obsequiada por el universo para el humano: la razón, y así los héroes arrebatados de este mundo serán por siempre recordados, aún incluso cuando su nombre no quede grabado en ninguna lápida, puesto a que su herencia en este mundo fue mantener la llama de la bondad aún encendida, incluso si esta tiene el mismo fulgor que la llama de una vela; así los inocentes, los inválidos, los huérfanos, las madres en duelo sufrirán las consecuencias de este mundo, ciertamente de manera injusta, pero con la posibilidad de concederles una fuerza más allá de toda lógica narrable o calculable que los acompañará hasta el final de sus días.

La Fé del humano no es un concepto, puesto a que ningún lenguaje sería capaz de comprender aquello que está más allá de los límites de esta realidad, esto solo podría ser reconocido por una entidad más allá del todo, o por un simple humano.


No existe sonido, y sin embargo un chirrido incesante de cólera se apodera de mi mente: mis palabras tuvieron consecuencias.

Quito mi foco de concentración por un segundo.

Siento como pierdo todos mis dientes. Sin embargo me reincorporo.


Más allá de todo dolor, no parece esperarme nadie, pero no necesitaré una luz blanca apuntando a mis ojos para saber que en algún lugar aún sale el sol. Soy la prueba de que donde sea, estaré acompañado por el todo, jamás perderé la batalla contra el mal, puesto a que el no es un enemigo, sino una parte de mi ser.


En este lugar no existe nada, pero puedo notar que he sido mutilado: se me han quitado cada una de mis extremidades.

El dolor intenta desguaza mi alma, pero aún así me reincorporo.


Aquello que nos hace personas no está designado, ni jamás podrá estarlo, puesto a que aún así respondemos a las leyes de la química: a las leyes del cambio. Seremos entonces un bípedo sin plumas, una piedra más del río, la vasta arena de las playas, las frías tundras, y las hermosas selvas; nada definirá en concreto que somos, más que todo cuanto conozcamos. Somos bellos, y nadie deberá jamás estar fuera del coro, puesto a que la belleza es heredada simplemente por el hecho de nacer.


Poco a poco siento como el chirrido aumenta, el tejido de esta realidad se rasga. 

Por alguna razón siento esperanza. Intento mantener mi temple.


No importa que tal lejos esté de mi hogar, no importa que tan lejos esté de la humanidad, no importa en que cápsula de metal me haya encerrado: ellos siguen allí para mí, y yo sigo aquí para ellos. Nunca podría negar que son parte de mí, por lo que sé que alguien allí reza por mí, y yo aquí rezo por ellos. Para cada delincuente, habrá un inocente, y así se tejerá una realidad alrededor de cada camino que exista para nuestra especie, pero se deberá recordar que nada jamás existirá sin el consentimiento primero de la vida.


Puedo verlo, a pesar de ya no tener ojos; puedo oírlo, a pesar de ya no tener oídos; puedo sentirlo, a pesar de ya no tener corazón; puedo dar fé de la existencia de este momento, a pesar de que no pueda asegurar con total razón mi propia existencia: aquello a lo que siempre le tuve miedo, no es más que una mota de polvo cayendo de un mueble muy sucio. Incluso cuando ya no exista el sol, siempre habrá alguien dispuesto a explicarte su concepto.

Los chirridos ya no se escuchan más, puesto a que ahora son parte del espectro magnético del universo.

Mis brazos no necesitan existir, puesto a que no serán necesarios para mi próxima tarea.

Mis dientes ahora son estrellas fugaces de calcio recorriendo el cosmos.

Siento como un halo de amor penetra internamente dentro mío, algo me susurra:

“Muchas gracias, siempre supe que me entenderías más allá de cada barrera, tu amor es verdaderamente puro.”

No puedo hablar, pero sabe muy bien que le he respondido “No es nada”.

Al final del todo, nada llega a su final, jamás comprenderé como llegué aquí, pero siempre dentro mío atesoraré la tarea que se me encomendó desde un principio, la más básica de todas de hecho: vivir.


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