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Category: Life

SON LAS 4:00 AM

La fatiga de pensar en los días siguientes me lleva a un estado en donde todo cae en mera desesperación. Hay cosas que nunca podré controlar y lo acepto, pero hay muchas que verdaderamente ya ni intento. Ya no sé qué más decir y, siendo sincero, siempre he sentido que digo lo mismo. Esta melancolía tan profunda recorre más allá de mi alma o de lo que existe antes de ser uno mismo.
¿Que si creo en Dios? Bueno, no sé si Él sigue creyendo en mí y en lo que hago.
¿Que si creo en el humano? Creo en algunos; no en esos avaros ni en los falsos verdugos. Me cae mal la gente que tiene poder sobre otros; me cae tan mal ser un receptor de señales. Ya nada tiene un sentido genuino. Me cae tan mal existir en este momento tan específico.
¿Qué más hubiera querido que ser un rockero en los 50, un trabajador en los 60 o un hippie de los 70? A mi parecer, la vida tenía más sentido antes, tenía más enfoques. Ahora todo es solo porque sí, porque se puede y porque a nadie le importa.
Esta no es una crítica ni al capitalismo ni al letargo social; me caen mal las personas que lo relacionan a ello. Es simplemente mi queja constante con ese no sé qué de la vida, esas cosas que los poetas y locos sentimos. Poeta por mi alcoholismo y loco por no poder entender, pero muchas veces me parece que estoy cuerdo, que todo es tan bizarro que la gente defiende bastiones vacíos. Todos ven las noticias, pero nadie ve al cielo, al mar, a las personas que están frente a ellas; a su lado, sentados en el bus; atrás, necesitando ayuda.
Me siento tan externo de todo, como si no tuviera un lugar en un complejo rompecabezas. Siento que la vida es solo juntar trozos de un espejo… y qué cruel es cortarse las manos, y qué cruel que nadie lo vea, y qué cruel ver tu reflejo: cansado, agobiado, perdido, difuminado en vicios.
No sé qué es lo que hace falta para que algo cambie, pero sé que no soy yo. Quizá deba hacerme religioso, esperar un profeta, rezar por un lugar en el cielo. Quizá deba ser un abnegado, retomar las riendas de mi vida, ser mejor. Quizá debería descansar un poco, aunque sigo sin hacer nada.
No sé cómo se puede vivir la vida con el alma tan pesada. No sé cómo se puede respirar en un mar profundo ajeno a mí. Soledad y vicio, ruido y encierro… esta mente se mantiene cuerda en la locura, en omitir pensamientos, en negar acciones. Me siento tan vacío y a la vez con algo en el alma… como un tumor, como algo que me absorbe y me deja como un cascarón vacío, del que nunca nacerá nada. Estoy totalmente encerrado en capas de desesperación. No tengo motivos reales para estar mal, para sentir esto en el alma… y quizá ese peso sea porque la he perdido y, a su vez, he perdido lo que me hace humano.

Quisiera ser genuinamente malo, odiar a la gente, no creer en nada, destruir este mundo sin sentido. Realmente lo deseo: ser un egoísta, un brusco, alguien a quien le sale bien el mal, alguien que sienta que lo que hace está correcto. Pero, incluso así, solo me he destruido a mí; no a la gente, no a lo que trato de odiar.
Es que parece que todo le sale bien a la gente mala, incluso si es por poco tiempo, incluso si sus acciones tendrán consecuencias. Quiero que no me importe esta vida.

Quiero saber qué necesito. Que las redes sociales no me traten de decir qué tengo. Que el algoritmo no me cambie. Que la gente no sea desechable. Que mis pensamientos sean entendibles. Compartir mis poemas. Dormir a mis horas. Dejar de responder a todas las preguntas. Encontrar una pasión. Dejar de rodar tan al vuelo. Encontrar la cura para el veneno en mi alma. Dejar de sentir que el pecho me aprieta, que no respiro, que todo se vuelve confuso, que nada tiene forma, que no vale la pena imaginar, que morir es más sencillo, que no se vean las salidas.
Que pueda gritar. Que pueda gritar. Que pueda decir algo.
Que me escuches.
Que me veas.
Que sepas que estoy ahí.


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