✮˚。 El Jardín De La Primavera 。°✩
En el pequeño jardín que pertenecía a la Primavera, vivía un adorable conejo que era cariñoso, noble y un poco travieso, le gustaba saltar y saltar hasta casi el cielo tocar y todo el tiempo tenía ganas de jugar, todos los días veía pasar a una pequeña mariposa que le gustaba corretear y aunque él no la podía alcanzar, ver sus alas lo llenaba de felicidad, todos los días sin falta miraba como las mariposas se posaban en las flores cuyos colores eran tan distinguidos como ellas y sus alas, pero, ninguna era más hermosa que su mariposa. A la primavera le gustaba caminar alrededor del jardín, tocaba a cada criatura que vivía en él y lo llenaba de belleza y compasión, su jardín no tenía comparación tenía las flores más preciosas, los animales más adorables y cada vez que el viento pasaba hacia sonar su hermosa canción.
Ella amaba a todo su jardín, cada rincón y a todo aquel que lo viviera ahí, sin embargo, un día el invierno se enamoró de ella, y había decidido ir a su jardín, una vez que el invierno entro, la temperatura bajo de golpe y cada animal empezó a buscar un lugar en donde conseguir calor, cuando el invierno encontró a la primavera le dijo -He entrado a tu jardín para llenarlo de la escarcha más brillante, me he enamorado de ti y de tu jardín y no me iré hasta que me ames- después de haber dicho esto, el jardín se llenó de una escarcha más blanca que la nieve y más brillante que el diamante, a esto la primavera le respondió -Vete de aquí, pues yo no tengo intenciones de amarte y tu escarcha arruinara mi jardín- el invierno enojado le dijo -No pienso irme, pues ya te dije a lo que he venido y es bien sabido que cuando quiero algo no me canso hasta tenerlo, si no tienes intenciones de amarme, me quedare hasta que no quede existencia de tu jardín y la nada se enamore de él- cuando la Primavera escucho las últimas palabras, el miedo la invadió, pues, imaginar su jardín marchitándose y junto con él todas las criaturas que vivían allí, le rompía el corazón, pero, ella sabía que no podía amar al invierno, ni siquiera existía posibilidad alguna de quererlo, cualquiera que obligaba a amarlo lo terminaba despreciando y en consecuencia el acababa con lo que más amaran, la Primavera solo podía sentir por él indiferencia y miedo, obligar a alguien a amar es el mayor acto de odio que se puede cometer, el invierno la había condenado a la infelicidad y eso era lo que más la hacía querer llorar y temer.
La Primavera sabía que la muerte de su jardín era inminente, así que decidió ir a buscar a todas las criaturas que había en él, empezó buscando a las mariposas, cada una de ellas se había escondido debajo de las hojas más grandes de las plantas del jardín, la Primavera sintió alivio al saber que estaban intactas y les dijo – El invierno se ha enamorado de mí, y no puedo hacer nada para salvar al jardín, por favor escóndanse en mí mano y yo las llevare a donde puedan volar sin que el invierno las alcance- las mariposas hicieron lo que la primavera les dijo, pues ella las había amado cada día de su existencia y nunca les había hecho ningún mal, una vez las mariposas subieron a su mano la primavera cerro su palma lo suficiente para que el invierno no las pudiera ver, después de esto, la primavera busco a su pequeño conejo, primero lo busco en los arbustos más grandes del jardín, pero no lo encontró allí, su preocupación aumento y empezó a buscarlo entre las rocas más robustas, movía roca por roca esperando encontrarlo pero a pesar de haber movido todas y cada una de ellas tampoco lo logro encontrar, al pensar que su pequeño conejo se había perdido o en el peor escenario había sido víctima del invierno la primavera sintió como una lagrima brotaba de su mirada y bajaba por su fino rostro, su amor era tan puro y su angustia era tanta que lo empezó a llamar, -conejo, conejito, sal de a donde estas, si no lo haces me entristeceré y solo me quedara llorar, sabes que te amo, y que no dejaría que te pasara nada- no hubo señal alguna del pequeño conejo, así que la Primavera volvió a llamarlo -conejo, conejito, ven aquí, tengo miedo de que te haya pasado algo y de que el invierno te haya hecho sufrir, yo te llevare a un lugar donde puedas jugar con las mariposas más bellas del mundo y donde el invierno no te pueda alcanzar- al no obtener respuesta la Primavera empezó a llorar, cerro los ojos y su boca con fuerza como si quisiera despertar de una pesadilla, tampoco podía respirar y solo sentía como las lágrimas se congelaban antes de al suelo llegar, hasta que sintió un pequeño peso en uno de sus pies, su pequeño conejo estaba bien, pero había algo raro en su cara, estaba triste, casi a punto de llorar, y entonces escucho -No llores, te lo ruego, te amo más que a nadie y verte llorar más me rompería el corazón, confío en ti e iré a donde me lleves- una vez las lágrimas pararon de salir, cubrió al conejo con una manta y lo cargó en sus brazos, ahora solo tenía que encontrar las flores, aquellas que le daban el peculiar aroma a su jardín, sin embargo, gracias al frio las raíces de todas se habían congelado y poco a poco estaban empezando a encogerse y a perder el color, entonces, antes de que sus preciadas flores se marchitaran la primavera paso por cada una de ellas y a cada una le quito un pétalo, ya que si un pétalo es arrancado de una flor, este se lleva consigo su vida, y todos los pétalos los escondió en su cabello, e hizo lo mismo con los árboles del jardín, arranco una hoja de cada uno y todas las hojas las guardo también allí.
Con sus queridas criaturas, la primavera salió del jardín en busca de un lugar donde sus criaturas estuvieran seguras y junto a ellas pudiera ser feliz. Encontró un pequeño valle, lejos del alcance del invierno, donde el sol brillaba siempre y la naturaleza florecía igual que en su jardín. Allí, liberó las mariposas, abrió la mano y cada una antes de volar, se posó en su mejilla y la beso, dejo al conejo en un prado lleno de flores y hierba fresca, sin embargo, La Primavera empezó a sentirse débil, el invierno había congelado su corazón y cayó en el suelo. Todas sus criaturas empezaron a llorar, pues su amor por ella era tan puro que, al verla tirada en el suelo, mientras su piel perdía el tono y su cuerpo perdía el calor hizo que el dolor cubriera sus corazones como si no pudiera suceder algo peor, después de un tiempo el cuerpo de La Primavera quedo estático en el suelo, pero había una carta al lado de este -una carta que había caído en el momento en que el cuerpo de La Primavera se desplomo en el suelo-. Las mariposas abrieron la carta y en ella decía lo siguiente:
“Criaturas mías, las amo y sé que si alguna de ustedes muriera lloraría mares y culparía a cielo y tierra por haberlos separado de mí, por eso a cada una de ustedes las cuidaré así con mi vida, y si yo muero quiero que sepan, que el dolor es el recuerdo del amor, y que el dolor que sentirán es el precio de haberme amado, pero no quiero que lloren, porque nadie debería llorar por amar.
El invierno no logró lo que quería; no pudo destruir el amor y la belleza de nuestro jardín. Nadie lo va a amar, porque el amor no se puede imponer, debe ser tan puro como el agua y tan puro como la nieve. Ustedes son mi jardín, ustedes son las flores más hermosas y las criaturas más adorables. Vivan felices y sean bellos como siempre lo han sido, tal vez algún día, nos encontraremos en el jardín del Edén. Con eterno amor. La Primavera”.
Cuando terminaron de leer la carta, nacieron las flores y los árboles que La Primavera había guardado en su cabello, los árboles tenían todas sus hojas y salieron flores con los pétalos más dorados que el oro y pétalos más rojos que las rosas, más blancos que los jazmines, y más finos que las horas, y así se despidió La Primavera, aquella que amó con el alma y sin dudar, amando de la forma en la que todos deberíamos amar.
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