En un rincón oscuro, entre huellas de lo que alguna vez estuvo en pie, yacen los restos de cráneos quebrados. La imagen es un eco de lo que fuimos, de lo que seguimos siendo en nuestras partes más ocultas: una acumulación de fragmentos, de ruinas que alguna vez sostuvieron pensamientos, sueños y contradicciones.
Porque, aunque nos aferramos a la idea de ser seres completos, la realidad es otra. Somos la suma de nuestras grietas, de nuestras luces y sombras. Nos construimos con certezas, pero también con dudas. Nos mostramos con fuerza, pero nos sostenemos sobre cicatrices invisibles. A cada paso, nos debatimos entre lo que proyectamos y lo que escondemos, entre lo que queremos ser y lo que tememos reconocer.
La dualidad humana no es una anomalía, sino una constante. Todos habitamos dos extremos: el que mostramos al mundo y el que guardamos en lo más profundo de nuestro ser. Nos vestimos con máscaras, convencidos de que somos únicos en nuestra lucha interna, pero la verdad es que todos compartimos esta contradicción. Amamos y odiamos, construimos y destruimos, buscamos la verdad mientras nos aferramos a mentiras reconfortantes.
¿Cuántas veces hemos sentido que nos desmoronamos por dentro mientras seguimos sonriendo? ¿Cuántas veces hemos roto algo en un arrebato, solo para arrepentirnos después? No somos seres lineales. Somos instantes de claridad y momentos de caos. Somos la calma de la razón y la tormenta de la emoción. Nos movemos entre la luz y la oscuridad, no porque estemos perdidos, sino porque ambas fuerzas nos definen.
Este rincón de cráneos rotos es un reflejo de nosotros mismos. Son los pedazos de todas las versiones que hemos sido, los restos de cada batalla interna, de cada cambio, de cada contradicción. Es el recordatorio de que nunca somos uno solo, sino muchos, coexistiendo en un delicado equilibrio.
Nos pasamos la vida intentando ser "alguien", intentando definirnos con una sola identidad, pero tal vez el verdadero sentido de la existencia no esté en ser completos, sino en aceptar que estamos en constante ruptura y reconstrucción. Somos nuestras contradicciones, nuestros fragmentos dispersos, nuestra eterna lucha entre lo que fuimos y lo que queremos ser.
Al final, la pregunta no es si estamos rotos. La verdadera cuestión es: ¿qué hacemos con nuestros pedazos?
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