te escribo sin nombre, en versos callados,
altar de mis sueños gastados,
la carne sagrada que mi hambre desprecia.
cada palabra es un bocado prohibido,
un festín de ecos que nunca te toca.
tu ausencia como pan amargo, sin sentido,
mi fe se hunde, pero mi alma provoca.
ofrezco mis rimas como sacrificio,
devoro el deseo que me hace temblar.
aunque en mi pecho arda el suplicio,
me consagro al fuego que no puedo apagar.
tal vez no sepas que eres la plegaria,
que este querer sin rostro es todo tuyo.
mi alma se arrodilla, rota y precaria,
a este altar de sombras donde murmullo.
como un dios que nunca mira al suelo,
un banquete que mi hambre no merece.
y yo, devota de este insano duelo,
me consumo en la fe que no perece.
quizá un día leas estos versos hirientes,
y entiendas que en cada palabra estás tú.
comulgando con la ausencia que dejaste en mi luz.
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