-Yo soy tú, yo soy él, soy todo lo que se puede ser.
-Muy bien, ¿y tu nombre es?
-¿De qué hablas? Soy un camaleón, el único animal que puede ser cualquier cosa, desde un bosque a un árbol.
-No te pregunto que puedes hacer, te pregunto tu nombre.
El camaleón, atónito, no le supo responder a la cría de humano, él no tenía nombré, él sabía que era un camaleón, que podía ser quien quisiera, y que, por lo tanto, él podía ser perfecto, nunca equivocarse y siempre tener una faceta para cada situación.
-Depende del momento, puedo ser el árbol Julio, el zorro Pewma, la golondrina Carla, el señor…
-Y de todos ellos, ¿cuándo eres tú? ¿Cuándo es tu nombre?
El camaleón no respondio, no tenía nombré, su piel tampoco tenía un color ni sus ojos un sentido, no había pensado un camino ni tampoco había hecho un sendero con sus pasos.
-No tengo nombre, pero no importa, es práctico, me salgo de muchos problemas con mis disfraces.
-Y no te han pillado nunca.
-No, a este punto soy como un ser perfecto, no tengo problemas, solo tomo mi piel y ya soy alguien más, es la vida perfecta.
-¿Y no hay nada por lo que quieras mejorar?
-No, pues no necesito, ya vivo bien.
-Si no hay nada que quieras mejorar, entonces, ¿Por qué vives?
El silencio lleno el jardín, el camaleón no penso antes de responder.
-Sobrevivir.
-¿De qué? Si tú ya eres perfecto, puedes escapar de cualquier problema, ¿para qué gastar tiempo si no hay nada qué hacer?
El camaleón no respondio.
-Sabes camaleón, quizá cuando encuentres tu nombre, sabrás por qué vives.
Entonces la cría de humano se despidió del camaleón y se fue.
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