Olivos regados con sangre de Dios

Olivos regados por sangre divina,
tierras quemadas por pecados humanos.
Mares aislados, regados de neonatos,
viento de tierra destruye lo sembrado.

Cubiertos por pieles de hermanos,
curamos nuestros propios sangrados.
Sollozos juveniles llenan a miles,
sangres oscuras los vuelven viles.

Mi salvador ha sido asesinado,
el laurel fue para el romano.
El torturado fue quemado,
aún no ha resucitado.

La Virgen quedó en el pasado,
nuevos hermanos fueron engendrados.
Llegaron para ser torturados,
más de tres noches nos ahogaron.

Cesárea produjo al caprino,
nacido del mismo útero que el bendito.
José ha sucumbido, la verdad no ha creído.

Doce en una mesa desierta,
donde no cabe el olvido.
El vino ya fue bebido,
y donde habita el elegido,
no hay castigo.

En ritos prohibidos el vino fue vertido,
mancillado quedó lo nunca pervertido.
Oscuras miradas desnudaban poseídos,
celebración por el caído.

El nuevo trono fue construido,
de olivos una vez benditos.
Se alimenta el que está podrido,
y de lujuria pide ser revestido.

El crucificado no fue torturado,
el salvador fue abandonado,
apaleado y amordazado por romanos.
Más, en su agonía, tendió su mano.

Niños extirpados gritan las voces
de aquel que sufrió el azote.
Jóvenes sin fuego
acaban el juego al que fueron traídos.

Cristales dibujan en joven piel,
artista es quien marca su tez.
Muerte por buscar el bien,
que no encontró en su sien.

Aquel que es infiel,
verdugo es de su propio ser.
No hay amor posible
para quien con fe no quiere creer.