*Un pedazo de luna enferma*

Ana era una chica muy tímida, algo que no le convenía en su primer día de clases en su nuevo colegio. Ese día fue totalmente horrible: estaba terriblemente desorientada y perdida; No quería estar ahí. Nadie le habló, y ella tampoco lo hizo.


Después de todo un semestre, Ana no habló con nadie, pero ese día fue diferente. Acababa de terminar su dibujo, que aunque no era el mejor, le gustó a la chica que estaba a su lado, lo que hizo que a Ana también le gustara.


-¡Guau! Sí que dibujas bien —dijo la chica con cara de sorpresa.


—Gracias —murmuró Ana casi en silencio.


Esas simples palabras bastaron para que, en un mes, se convirtieran en las mejores amigas.


En la escuela, a Ana le empezó a ir mejor, ya que Dana la ayudó con sus estudios; Además, gracias a ella, consiguió tener más amigas.


Cada día su amistad crecía mucho, pero a pocos meses de que terminara el año, Ana comenzó a tener sentimientos hacia Dana. Aunque la quería mucho, pensó que era mejor quedarse callada por miedo a arruinar su amistad.


Ese año terminó, y Ana apagó esos sentimientos.


Al año siguiente, cuando regresaron de las vacaciones, todo transcurría con normalidad; su amistad seguía avanzando rápidamente. A pesar de conocerse solo un año, se sintió como si hubieran pasado toda una vida juntas.


Ese año, ambas se habían visto llorar, reír, hablar en clases y en los recreo. Nunca salieron ni tuvieron una cita que las llevara a la siguiente conversación.


—Jajaja, ¿en serio él te gustaba? —preguntó Dana.


—Aunque no me lo creas —respondió Ana.


—Jsjsjs, sabes, a mí me gustabas tú... —dijo Dana de manera instantánea, como si lo hubiera contenido mucho tiempo.


—A mí también jsjs... —respondió Ana casi automáticamente.


—La verdad, nunca te lo dije porque no quería romper nuestra amistad —confesó Ana.


—Yo también creí que me dirías que no y que nos íbamos a alejar —confesó Dana también.


El ambiente se volvió raro; Ambas estaban incómodas, pero sentían como si ese "pedazo de luna enferma" que creían haber enterrado, al que le hicieron un funeral, renaciera. Justo sonó la campana, indicando que el recreo había terminado.


—¿Hiciste la tarea de matemáticas? —dijo Dana, cambiando de tema intencionalmente.


—Sí, estaba fácil —respondió Ana, siguiendo la corriente.


Llegaron a la clase de matemáticas, ambas prestaron atención e ignoraron lo sucedido, mientras ese "pedazo de luna enferma" renacía.


—Estuvo raro lo que pasó en el recreo —dijo Dana repentinamente a mitad de la clase.


—La verdad es que sí, pero son cositas que pasan —respondió Ana, intentando animar el ambiente.


—Sí, jsjs —sonrió Dana.


Ese "pedazo de luna enferma" renació, pero continuaron siendo amigas inseparables. Nunca hubo un romance, pero actuaban como si lo hubiera.


Ambas entendían cómo se sentían, ya que venían de un "cautiverio". Dana venía de una soledad profunda, con amistades que no eran sinceras, una familia con grandes expectativas y varios traumas interminables; pero había aprendido a bajar las armas. Ana cargaba con una guerra interna por una herida profunda: sus padres no la apoyaban, querían que fuera perfecta, y nunca ocultaron su engaño. Nunca tuvo amigos, solo personas que la usaban. Tenía un complejo consigo misma por sentirme "fea", nunca fue feliz; era como una sandía: fuerte por fuera, podrida por dentro.


Pero ambas tenían fe, aunque sabían que creer duele y que puede arder como un cigarrillo. Su amistad creció rápidamente porque estaban dispuestas a dar todo por tener un lugar al que llamar "casa", un lugar seguro, sabiendo que mañana podría no estar, como cabras escapando del fuego ardiente.


A poco tiempo de terminar el año escolar:


—Mis padres me van a cambiar de colegio; Tengo que dar una prueba para poder pasar —dijo Dana, tratando de disimular su tristeza.


—Oh, espero que lo apruebes —fingio Ana, mientras por dentro se desmoronaba ante la noticia.


—Gracias —pronunció Dana con dificultad.


Nadie sabía exactamente cuándo iban a terminar las clases, así que ese día lo pasaron como siempre. Ninguna sabía que era el último día de clases, y no pudieron despedirse, pero lo pasaron bien. En la mente de Ana, deseaba que Dana no aprobara esa prueba.


Pero eso no sucedió. Dana no volvió; Se seguía queriendo, pero ninguna se volvió a escribir ni a hablar.


Ana vio una estrella fugaz, y lo único que pensó en ese momento fue: *Ojalá esto volviera a pasar contigo, Dana, pero en otras personas.*


Vivirán una eternidad sin ellas, y cuando llamen sus nombres no habrá respuesta, esperando su consuelo mientras ven pasar el rostro de otras personas. Ambas cortaron su largo cabello azul. Terminaron como serpientes lo que empezaron como cabras.


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