I will die.

Estoy en el borde del acantilado, tratando de saltar pero la mirada de mi público me detiene.

Veo hacia atrás y mi mamá está ahí; con las canas teñidas, las grandes bolsas debajo de sus ojos y a sus pies está el fantasmal reflejo del matrimonio que la destruyó. A su lado están mis hermanas con sus rostros amables y los brazos abiertos.

Nunca eh sido maltratada, abusada o maldecida, entonces, ¿porqué me castigo? ¿Acaso soy tan patética para jugar al mártir? En ellas se esconden los pedazos de lo que alguna vez fue una verdad absoluta, incrustadas pero no queriendo quitarlos, a pesar del dolor siguen ahí, porque nunca sanarán y si lo hacen quedarán incompletas, irreconocibles.

¿Y yo? Logré quitarlas, logré sanar por la dulzura de la carne y estoy entera, casi sin marcas, ¿entonces a qué le lloró? ¿A una desgracia que no me derrumbó porqué ni siquiera había construido algo? Tal vez ese es el problema, que se derrumbó la base, y sin ella no tengo nada, todo es tan frágil que con un soplo puedo derribarme. 

Pura mierda, puras piedras totalmente insignificantes, nombres que representan recuerdos y no gente. A veces pienso que soy muy mala, que soy horrible, no pienso en la gente como humanos sino como acciones en sacos con nombres que puedo deshechar como siempre hago los jueves y los domingos.

Entonces, ¿que hago? A fin de cuentas no hay nada que perder, solo hay que reir y dejarse caer. Lo único que se van a destruir son tres piedritas muy juntas, unidas por una blasfema cantidad de sangre, sangre de todos y de nadie.


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