no dejé de sentir.

Vivo en razón de tus labios, me sincronizo con el pestañeo de aquellos lagos que viven permanente en tu cara, danzo al ritmo de las pulsaciones emitidas por tú núcleo de vida, nado en aquellos ríos de caudal silencioso que brotan como producto del dolor inmenso que resguarda cientos de batallas internas, me regocijo en la frescura que brinda la melodía desprendida de tus entrañas semejante a la brisa de verano y me resguardo en la calidez hogareña de aquellas barreras que me garantizan seguridad de todo agente externo. 

De un día a otro las lagunas se secaron, el viento no sopló más en mi dirección y pareció que aquella danza había simplemente desaparecido, pues no existía más sincronía entre los cuerpos, las almas dejaron de encajar y las mentes parecieron jamás conectar. Un error derrumbó todos los muros, y todo pareció caer ante mis pies. El pequeño hogar sucumbió, y donde había amor no quedó ni una sola huella de la existencia de este; cual agua en el desierto, todo fue absorbido por la tierra sin dejar vestigio que constatara su existencia en algún punto del tiempo.

Miles de palabras existen, circulan, bailan, apuñalan y acarician, pero, a mi solo me quedan siete; "no dejé de sentir, dejé de esperar". Siete palabras expresan todo lo que soy y lo que vivo cuando te veo. No dejé de sentir, juro que no lo dejé de hacer, aún sufro cuando las murallas que me protegían a mí, parecen darle abrigo a otra persona, el peso cae libremente sobre mi corazón cuando la brisa cálida que conocía parece ir en dirección contraria a la mía y que la melodía maravillosa que brotaba de ti ya no es ni provocada ni dirigida a mi. 

Dejé de esperar, hace mucho intenté dejar de tener esperanzas acerca de que tu volverías, dejé de esperar que tus ojos voltearan en mi dirección, que tus brazos que acogieran, que tu risa endulzara mi oído y que tus latidos fueran el compás que regía la danza de mi cuerpo. Tu partida calló como un balde de agua fría sobre mi cuerpo. La gran pecera se agrieto el día en que tu ausencia se hizo presente y el agua no dejó de fluir desde ese entonces, el son de mi vida comenzó a ser lento, repetitivo y tortuosamente tedioso, perdí la fuerza y todo rasgo que indicara vida en mi ser.

No es que mi vida se haya parado en ese momento, solo morí en vida para poder volver a encontrarte en otra existencia, pues, nunca dejé de sentir, solo dejé de esperar.


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