𝓥𝕴𝕴𝕴

La luz dorada del sol victoriano iluminaba el palacio de los D'Angelis, creando un brillo cálido en los pasillos adornados con retratos de generaciones pasadas. Ciel el pequeño príncipe de apenas cuatro años, jugaba alegremente con los sirvientes del palacio, su risa resonando en las estancias como música infantil. Sus ojos azules brillaban con curiosidad, cada rincón del palacio era una aventura, cada sombra un misterio por descubrir.

En ese momento, su primo Lysander, el hijo del hermano menor del rey, se encontraba en el palacio. Ahora un adolescente de trece años, se movía con una gracia y madurez que contrastaban con su primo Ciel. El pequeño príncipe miraba a Lys con admiración, como si su primo fuera un gigante en comparación con él, lleno de misterio y encanto.Lysander, el menor de tres hermanos, había crecido en la sombra de sus dos mayores. A pesar de ser un príncipe, sentía que su lugar en la familia era el de un simple reemplazo, un suplente; los verdaderos herederos eran sus hermanos, quienes siempre recibían la mayor parte de la atención y el amor de sus padres. Desde que Ciel había llegado al mundo, Lys se había sentido atraído hacia él, viendo en el bebé la oportunidad de cumplir el rol que sus hermanos habían desempeñado en su propia infancia: el de cuidar y proteger a alguien. Admiraba profundamente a sus hermanos y quería imitarlos en cada aspecto, sintiendo que cuidar de Ciel le daba un sentido de propósito, un escape de su propia soledad. El palacio de su tío se había convertido en su refugio, un lugar donde podía ser el hermano mayor que siempre había deseado ser.Cuando la puerta de su habitación se abrió y entró el príncipe Lys, Ciel corrió hacia él, lanzándose a sus brazos en un cálido abrazo.—¡Lys! —exclamó Ciel, riendo mientras su primo lo llenaba de besos en la frente y lo estrechaba con fuerza.Lys sonrió, disfrutando de la adoración de su pequeño primo.—¿Estás listo para jugar, mi pequeño príncipe? —preguntó, su voz llena de emoción.—¡Sí! —respondió Ciel, saltando de alegría.Lys tomó la mano de Ciel y lo llevó hacia su habitación, un lugar donde podían jugar a solas, lejos de las miradas curiosas de los sirvientes y las responsabilidades de la realeza. Cuando cerraron la puerta, Ciel miró alrededor, emocionado por jugar.—Hoy te voy a enseñar un juego nuevo —dijo Lys, su tono lleno de complicidad.—¿Qué juego es? —inquirió Ciel, sus ojos llenos de curiosidad.Lys se inclinó un poco hacia él, como si fuera a revelar un secreto.—Es un juego de besos... Es muy divertido, te va a encantar —respondió con una sonrisa traviesa.Ciel, sintiendo un pequeño cosquilleo de nervios, asintió. Aunque nunca había jugado a algo así, estaba emocionado de experimentar con su primo.—Está bien —murmuró, un poco inseguro pero dispuesto a seguir el ejemplo de Lys.El mayor se acercó un poco más, inclinándose para darle un beso suave en los labios. Ciel sintió una chispa de sorpresa; no era como los besos que recibía de su madre o de los sirvientes. Era diferente, más húmedo.De repente, Lys deslizó su lengua suavemente dentro de la boca de Ciel. El pequeño se quedó helado, sus ojos abriéndose de par en par, pero en lugar de rechazarlo, soltó unas risitas nerviosas. La mezcla de confusión y emoción lo llevó a querer más de este nuevo juego.—¿Es así? —preguntó Ciel, con un toque de inocencia, tratando de imitar a su contrario.—¡Eso es! Solo sigue mi ejemplo —le animó Lys, sonriendo mientras lo miraba con cariño.Ciel sintió un calor en sus mejillas y su corazón latir más rápido mientras regresaba el beso, un poco torpemente. Era un gesto simple, pero había algo profundamente íntimo en ello, un cariño que lo hacía sentirse especial y deseado.Mientras sus labios se encontraban nuevamente, Ciel no podía evitar reír entre besos, disfrutando de la conexión que compartían. El mundo exterior desapareció, y solo existían ellos, sumidos en la dulzura de su inocente amistad, sin comprender completamente lo que significaban esos momentos, pero sintiendo que eran algo muy especial.

Con el nuevo juego de besos en marcha, Lysander, sintiendo una mezcla de ternura y protectora devoción hacia su pequeño primo, decidió intensificar un poco la cercanía. Se inclinó hacia adelante, tomando suavemente la cintura de Ciel y levantándolo con delicadeza.

Ciel, sorprendido y encantado, soltó un pequeño gritito de alegría mientras Lys lo sentaba en su regazo. La calidez del cuerpo de su primo lo envolvió, y el pequeño no pudo evitar sonreír, sintiéndose querido y mimado en esos momentos.

—Mira, así es más cómodo —dijo Lys, sus ojos brillando con complicidad mientras lo acomodaba en su regazo.

—¡Sí! —respondió Ciel, riendo, mientras sentía el latido del corazón de Lys contra su espalda.

Lys comenzó a besar suavemente el cuello de Ciel, dejando que sus labios se deslizasen por la piel delicada y suave del pequeño. Ciel cerró los ojos, disfrutando de las caricias de su primo. Cada beso era como un pequeño toque de magia, llenando el aire con risas y dulzura.

—Te quiero, Ciel —susurró Lys, su voz suave y melodiosa.

—Yo también te quiero, Lys —respondió el pequeño, sintiendo una calidez en su pecho que no podía explicar del todo.

Mientras Lys continuaba besando su cuello, Ciel se dejó llevar por la sensación de amor y seguridad que le brindaba su primo. Las risas y los murmullos compartidos crearon un vínculo que iba más allá de las palabras; era una conexión inocente, llena de la pureza de la infancia.

El pequeño Ciel disfrutaba de la calidez y la cercanía de su primo, pero había algo en el aire que no podía percibir. Para él, el mundo estaba lleno de colores brillantes y risas; el juego que compartía con Lys era simplemente una expresión de cariño entre primos. Pero, bajo la superficie de esa inocencia, se tejía una realidad más oscura.Lysander, con sus trece años, había empezado a comprender muchas cosas sobre el mundo que lo rodeaba. La presión de ser un príncipe, las expectativas familiares y los susurros en los pasillos del palacio habían comenzado a dejar huellas en su mente. A menudo se sentía solo, y aunque disfrutaba de la compañía de su primo, no podía evitar ver en él una forma de llenar el vacío que lo acosaba.En el fondo, Lys sabía que su comportamiento era inapropiado. Cada beso en el cuello de Ciel, cada caricia que le ofrecía, era un acto deliberado de manipulación. El pequeño, con su dulce risa y su rayo de inocencia, no entendía la complejidad de las emociones y deseos que empezaban a nacer en Lysander. Para él, era solo un juego, una muestra de afecto, mientras que para Lys, representaba una forma de escapar de su propia soledad y frustraciones.Ciel, disfrutando de la atención, se reía y respondía con inocente alegría. No podía comprender que cada contacto físico, cada roce de labios, era un reflejo de la confusión de Lysander, quien se estaba aprovechando de la situación. El pequeño veía a su primo como un héroe, un ser mayor que lo quería y lo protegía, sin saber que Lys, aunque lo amaba de una manera profunda y complicada, estaba cruzando límites que nunca debieron ser cruzados.La atmósfera en la habitación se volvía pesada y tensa, como si el aire mismo supiera que algo no estaba bien. Pero, en ese instante, solo había risas, besos y un cariño malentendido, envolviendo a ambos en un falso sentido de seguridad que ocultaba las realidades más sombrías que los rodeaban. En un mundo donde la pureza de la infancia se enfrentaba a la complejidad de los deseos humanos.
El pequeño Ciel, sintiéndose cómodo en los brazos de su primo, comenzó a experimentar una sensación que lo llenaba de calidez, pero al mismo tiempo, lo hacía sentir vulnerable. La admiración que tenía por Lysander crecía cada vez que estaba cerca de él; era el chico mayor, un adolescente que parecía saberlo todo y que siempre encontraba la manera de hacerlo sentir especial.Sin embargo, a medida que Lys le daba besos, Ciel se sintió un poco abrumado. No estaba acostumbrado a que alguien se le acercara de esa manera, y la posición en la que estaba lo hacía sentir muy pequeño, incluso un poco expuesto. A pesar de que disfrutaba del afecto, la cercanía física y la forma en que Lys lo miraba lo hicieron ruborizarse.—Lys... —murmuró Ciel, sintiendo que su voz temblaba ligeramente—. Esto... me está cansando un poco. ¿Podemos jugar a otra cosa?Se apartó un poco, pero no porque deseara alejarse del cariño que le ofrecía Lys, sino porque la situación lo hacía sentir un tanto confundido y avergonzado. Aunque había disfrutado de los besos y la atención de su primo, la intensidad del momento lo había hecho sentir como si estuviera en una especie de juego que no comprendía del todo.Lys, al notar la incomodidad en la expresión de Ciel, se sintió preocupado. La última cosa que quería era hacer que su pequeño se sintiera mal. Sin embargo, Ciel no estaba disgustado por el cariño; en realidad, lo amaba. Era solo que necesitaba un momento para procesar la situación.—Claro, bebé, no hay problema —respondió Lys con una voz suave, acariciando la mejilla del pequeño y tratando de restarle importancia a lo que acababa de ocurrir—. ¿Qué te gustaría hacer?—Podemos acurrucarnos en la cama —dijo Ciel, con un ligero bostezo, sintiendo que el sueño comenzaba a apoderarse de él.Lys sonrió, comprendiendo que el niño estaba cansado. Se acercó a la cama y le hizo un gesto para que se sentara a su lado. Con cariño, lo tomó de la mano y lo guió hacia la cama, donde se acomodaron juntos.Ciel se acurrucó contra Lys, sintiendo la calidez de su cuerpo. En ese momento, todo lo que había ocurrido antes se desvaneció; solo había espacio para el amor y la cercanía que siempre había deseado. Se sintió seguro y querido en los brazos de su primo, como si nada más importara en el mundo.Lys lo abrazó con ternura, sintiendo una profunda satisfacción al ver que el pequeño se sentía a gusto. Era un momento simple, pero lleno de afecto, y ambos disfrutaron de esa intimidad sin pensar en nada más.


0 Kudos

Comments

Displaying 0 of 0 comments ( View all | Add Comment )