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Category: Books and Stories

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Me metí bajo las sábanas, sintiendo el frío de la noche colarse por la ventana entreabierta. La luna iluminaba apenas mi cuarto. Cerré los ojos, esperando que el sueño me alcanzara pronto. Pero no podía dejar de pensar en Cyrius. En ese beso.

Había sido rápido, nervioso... pero se sentía diferente a todo lo que había vivido antes. Nunca me habían besado así, nunca me habían besado. Me preguntaba cómo sería si ese beso hubiera durado más. Si hubiera sido más profundo. ¿Cómo se sentiría su lengua dentro?

Solo de pensarlo, mi corazón empezó a latir más rápido. Traté de alejar la idea, pero no pude. Me imaginé a Cyrius volviendo a besarme, pero esta vez con más...intensidad. Nuestros labios separándose lentamente, dejando que nuestras lenguas se encontraran. ¿A qué sabría? Seguro a algo dulce...

Sin darme cuenta, mi mente empezó a ir más lejos. Me imaginé sus labios suaves bajando lentamente por mi cuello, recorriendo mi pecho, sintiendo el calor de su aliento en cada centímetro de mi piel. Su lengua, cálida y dulce, deslizándose por mi cuerpo, explorando cada rincón con una devoción que me hacía estremecer. ¿Cómo sería sentir su boca allí, en lugares donde nadie había estado? El pensamiento me hacía temblar. No debía pensar así, pero la idea de tenerlo tan cerca, de que su cuerpo y el mío se entrelazaran de esa manera, me consumía. Quería sentirlo dentro de mí, rendido a sus caricias, completamente a su merced. Me avergonzaba desearlo con tanta intensidad, pero no podía detenerme. Quería que me besara, que su lengua recorriera mi piel, que él me hiciera suyo.

Y entonces... lo sentí. Algo duro, algo diferente entre mis piernas. Mi respiración se aceleró. Sabía lo que era, lo había sentido en sueños antes, pero nunca mientras estaba despierto. Me quedé quieto por un momento, nervioso, pero curioso.

Con el corazón latiendo fuerte, bajé la mano despacio, casi temblando. Quería saber más, sentir más...

Mis dedos rozaron la tela de mis pantalones, sintiendo cómo se apretaba contra esa dureza nueva, tan sensible. Apreté los labios para no hacer ruido, aunque nadie podía oírme. Pero... ¿Qué pasaría si alguien lo hiciera? Si Cyrius lo hiciera... El pensamiento me provocó un escalofrío.

—Mhhh... —gemí en un susurro apenas audible, sin poder evitarlo.

Con más confianza, mis dedos bajaron la prenda, liberando mi erección, y un suspiro escapó de mis labios al sentir el aire frío sobre mi piel caliente. Era la primera vez que me tocaba así, con intención, con deseo. Sentí una mezcla de vergüenza y emoción, pero sobre todo... placer.

Mis dedos se movieron tímidamente al principio, recorriendo la longitud, explorando lo desconocido. Mi respiración se volvió más pesada mientras imaginaba que no era mi mano, sino la suya. Cyrius, besándome, tocándome, haciéndome sentir así.

—¿Cómo... sería tu lengua aquí? —murmuraba para mí mismo entre gemidos suaves, mi mano acelerándose al ritmo de mis pensamientos. Imaginaba su boca descendiendo por mi abdomen, sus labios encontrándose con ese lugar, dejándome entrar hasta su garganta.

—Más... más profundo... —susurré sin pensar, perdido en la fantasía. Mi cuerpo empezó a arquearse, los gemidos que intentaba reprimir escapaban con más fuerza. No podía detenerme. Lo necesitaba.

Mi otra mano viajó por mi pecho, imitando lo que imaginaba que Cyrius haría. 

—Cyrius... tócame... así... —gemí entre jadeos, mis dedos recorriendo frenéticamente mi piel, sintiendo un calor insostenible crecer dentro de mí.

Mis caderas comenzaron a moverse involuntariamente al ritmo de mi mano, aumentando la presión mientras mis pensamientos se perdían por completo en él,  en cómo sería sentirlo de verdad. 

—Ah~ C-Cyrius...—El nombre salía de mis labios como un suspiro entrecortado. Los gemidos se volvieron inevitables, cada vez más intensos, más desesperados. Mi cuerpo entero ardía con la necesidad de más, de sentirlo de verdad, no solo en mi imaginación. Imaginaba sus manos, firmes y seguras, envolviendo mi erección, haciéndome sentir mucho más de lo que mis propios dedos podían.

"¿Qué haría si estuvieras aquí?" Me preguntaba, entre gemidos más fuertes, mi cuerpo temblando bajo el placer creciente. "¿Me besarías... más fuerte? ¿Me dirías algo...?".

Mis manos ya no eran suficientes. Quería más. Lo necesitaba. A él.

—Cyrius... más... por favor... A-aagh~— rogaba entre jadeos. La fantasía de tenerlo tan cerca, sintiendo su calor, su boca, sus manos recorriendo cada centímetro de mi piel, lamiendo, chupando, devorando cada parte de mí... me estaba volviendo loco.

Entonces, la puerta principal de la casa se abrió con la llegada de mi madre, la casas estaba a tan silenciosa y yo tan atento que lo sentí como un estruendo ensordecedor.

—¡Ah!— Grité entrecortado, apartando rápidamente mis manos de entre mis piernas y cerrándolas con fuerza. Mi corazón latía desbocado, y mi respiración aún era pesada, intentando calmarme. 

Escuché sus pasos acercándose lentamente desde la entrada. Mi cuerpo entero estaba caliente, y la vergüenza me invadió al darme cuenta de lo que estaba haciendo hacía solo unos segundos. Me senté de inmediato en la cama y me tapé bien, tratando de parecer lo más normal posible, pero el rubor en mis mejillas y el nerviosismo eran evidentes.

—Elion, cariño— llamó mi madre desde el pasillo. —¿Estás bien?

Tragué saliva y traté de responder con la voz más tranquila que pude.

—Sí, mami... estoy bien— respondí, intentando sonar normal. Pero mi respiración aún no había vuelto a su ritmo habitual. Me acomodé la ropa apresuradamente, rezando para que no notara nada extraño.

Los pasos de mi madre se detuvieron frente a mi puerta, pero no la abrió.

—Voy a preparar la cena, si tienes hambre, baja en unos minutos— dijo con su voz tranquila.

—Está bien, bajaré en un rato— respondí rápidamente, sintiendo que mi rostro aún ardía.

El sonido de sus pasos alejándose por el pasillo me permitió exhalar un suspiro de alivio. Mi mente seguía revuelta, aún atrapada en la confusión de mis pensamientos.

Esa noche apenas dormí. El peso de lo que sentía, lo que soñaba, me mantenía despierto. Cuando finalmente el sueño me alcanzó, mis sueños no fueron más tranquilos. Me desperté con el amanecer, sintiendo una extraña mezcla de emoción y nerviosismo que no podía sacudirme.

Esa tarde, el prado donde solíamos reunirnos estaba especialmente hermoso. Los árboles se alzaban majestuosos, altos y densos, sus hojas verdes vibraban con la suave brisa, haciendo que susurraran melodías de tranquilidad. La luz del sol se filtraba entre las ramas, creando destellos dorados en el suelo cubierto de musgo y flores silvestres. El río cercano murmuraba suavemente mientras fluía, limpio y brillante como cristal, reflejando el cielo azul y las copas de los árboles que lo rodeaban. Todo parecía salido de un cuento, como si el bosque mismo respirara con vida, envolviéndonos en su paz.

Cyrius y yo nos sentamos bajo nuestro árbol favorito, el mismo donde tantas veces habíamos compartido momentos en silencio, sin necesidad de palabras. Nos apoyábamos el uno contra el otro, con nuestros cuerpos alineados de una manera que siempre me había hecho sentir seguro. Pero hoy algo era distinto. Me sentía extraño, nervioso. El beso y lo de a noche no dejaba de rondar mi cabeza. Y lo peor era que no solo pensaba en ese beso, sino en lo que podría haber pasado si... si hubiéramos ido más allá.

—¿Te sientes bien hoy, Elion?— La voz de Cyrius rompió el silencio, suave y cargada de dulzura.

—Sí, estoy bien...— mentí, apartando la mirada hacia el río, intentando ignorar las mariposas en mi estómago.

Pero Cyrius me conocía demasiado bien. Se inclinó hacia mí, su mano rozando mi brazo con gentileza, haciendo que cada uno de mis sentidos se encendiera. Hoy estaba más cariñoso de lo habitual, lo notaba en su tacto.

—Estás extraño... — murmuró, su voz tenía un tono juguetón, y noté una sonrisa que no podía ver, pero que sin duda sentía. —No eres el mismo de siempre.

Mi respiración se volvió un poco más rápida, pero intenté mantenerme tranquilo.

—No... no sé a qué te refieres, n-no cambio de la noche a la mañana...— respondí torpemente, aunque sabía perfectamente a lo que se refería.

Cyrius no insistió con palabras, pero hizo algo que me dejó sin aliento. Se deslizó hacia mí, separando mis piernas con facilidad, como si fuera lo más natural del mundo, y se acomodó entre ellas, apoyando su cabeza en mi pecho. Lo habíamos hecho muchas veces antes, pero hoy... hoy sentí mi cuerpo tensarse de inmediato. Algo en mí reaccionó como nunca lo había hecho antes.

—¿Ves?— susurró Cyrius, notando mi rigidez. —Estás tan... tenso... Relájate, Elion—. Levantó la mirada para encontrarse con la mía, sus ojos brillaban con una calidez que solo él sabía darme.

—Lo siento... es solo que...— me detuve, incapaz de encontrar las palabras para explicar lo que estaba pasando dentro de mí.

Sus manos se movieron suavemente sobre mis piernas, sin dejar de mirarme. La cercanía, su peso, el calor de su cuerpo, todo era demasiado.

—Es solo...— intenté continuar, pero mi voz temblaba. Él se acercó un poco más, su rostro a solo centímetros del mío.

—¿Solo qué?— preguntó en voz baja, como si me retara, sus labios casi rozando los míos.

—No es nada...— logré murmurar, aunque era evidente que no era cierto. Mis manos temblaban ligeramente mientras intentaba no mostrar lo que realmente estaba pasando en mi interior.

Cyrius sonrió, una sonrisa que parecía verlo todo, como si supiera exactamente lo que estaba ocurriendo en mi cabeza y en mi cuerpo.

—¿De verdad?— susurró, su voz seductora y baja. —Porque parece que hay algo más... algo que no me estás contando.

Quise responder, decirle que no era nada, pero antes de que pudiera pronunciar una palabra más, sus manos se movieron de manera sutil, subiendo desde mis piernas hacia mi cintura, deteniéndose justo antes de llegar a mi pecho. Mi respiración se volvió entrecortada, y el simple roce de sus dedos sobre mi piel hacía que me estremeciera.

—Cyrius...— logré decir, pero el sonido salió como un susurro apenas audible.

—Shhh—, me interrumpió suavemente, acercándose aún más, hasta que nuestras frentes se tocaron, su nariz rozando la mía. —No tienes que decir nada. Lo que sea que estés sintiendo... está bien—. Su voz era casi un ronroneo, y la suavidad con la que me hablaba solo hacía que todo fuera más difícil de controlar.

No podía evitarlo. La sensación de sus labios tan cerca, su cuerpo presionado contra el mío, su fragancia llenando mis sentidos... todo en él me atraía, me envolvía. Mis manos, que hasta ahora habían estado inmóviles, comenzaron a moverse por instinto, queriendo tocarlo, sentirlo más cerca. Sabía que no debía, pero el deseo se había apoderado de mí.

—No puedo...— susurré, aunque no estaba seguro de a quién se lo decía, si a él o a mí mismo.

Cyrius sonrió suavemente, inclinando la cabeza para rozar mis labios con los suyos, apenas un roce, lo suficiente como para encender una chispa que me recorrió de pies a cabeza.

—No tienes que hacerlo si no quieres—, susurró, su voz era suave, casi como si me diera permiso de dejarme llevar. Sabía que lo deseaba, que lo deseaba tanto como nunca había deseado nada antes.

Y, sin embargo, algo en mí seguía resistiéndose, no a él, sino a la intensidad de lo que sentía. Estaba asustado, confundido. Todo esto era nuevo para mí, y no sabía cómo manejarlo.

—Y-yo...— traté de hablar, pero antes de que pudiera decir algo más, él se inclinó finalmente y me besó. Un beso suave, tierno, pero esta vez no era tan inocente. Había algo más en ese beso, algo más profundo, más urgente. Y no pude resistirme.

Mi boca respondió casi por instinto, abriéndose bajo la suya, y sentí cómo su lengua deslizaba lentamente, tocando la mía con delicadeza, explorando. Un gemido escapó de mis labios, involuntario, pero no pude evitarlo. La sensación de su boca, de su lengua acariciando la mía, era como nada que hubiera experimentado antes.

—Ahh...— gemí suavemente entre el beso, y Cyrius sonrió contra mis labios.

—Eso es, Elion... déjate llevar—, murmuró, sus labios aún rozando los míos mientras hablaba.

Su mano subió desde mi cintura hasta mi pecho, acariciándolo suavemente antes de dirigirse hacia uno de mis pozones particularmente, haciendo que mi respiración se volviera aún más errática. Estaba completamente a su merced, perdido en la sensación de su cuerpo contra el mío, de sus labios, de su toque.

—Cyrius...— intenté decir su nombre otra vez, pero mi voz se quebró.

—Shhh—, me calmó otra vez, esta vez con un beso más profundo. —No necesitas hablar. Solo siente.

Y lo hice. Dejé que mis sentidos se inundaran de él, de su calor, de su fuerza.

La intensidad de su beso se profundizó, haciéndome perder cualquier rastro de resistencia que me quedaba. Todo mi cuerpo estaba envuelto en una sensación abrumadora; era como si cada fibra de mi ser hubiera estado esperando este momento sin que yo lo supiera. Mis dedos se aferraron a su camisa, buscando algo que me anclara a la realidad mientras su lengua seguía explorando la mía con una suavidad que solo hacía que mi corazón latiera más rápido.

—Mmm...— solté un gemido involuntario, sintiendo cómo el calor subía por mi pecho y se expandía hacia abajo, hacia lugares donde nunca había sentido tanto deseo. Era como si algo dentro de mí hubiera despertado, algo que no podía controlar ni quería detener.

Cyrius, al sentir mi gemido, sonrió contra mis labios, suspirando una risa, y ese pequeño gesto me hizo sentir aún más vulnerable. Su cuerpo se movió un poco, ajustándose mejor entre mis piernas, y el roce de nuestras caderas envió una oleada de sensaciones eléctricas a través de mí. Intenté reprimir otro gemido, pero era inútil.

—Ah... C-Cyrius...— su nombre salió de mis labios, entrecortado, apenas un susurro. Él me miró, sus ojos brillando con algo oscuro y cautivador.

—Elion...— murmuró, su voz baja, casi ronca, mientras deslizaba una mano hacia abajo, hacia mi muslo, acariciando suavemente la tela de mis pantalones. —Te sientes tan... tenso. Déjame ayudarte.

Mi corazón dio un vuelco. Sabía a lo que se refería, pero la idea de dejarlo, de permitir que sus manos siguieran explorando mi cuerpo, me asustaba tanto como me excitaba. Mis pensamientos se arremolinaban, tratando de procesar todo lo que estaba pasando, pero el calor en mi vientre era demasiado fuerte, demasiado abrumador.

—No...— intenté decir, aunque mis palabras sonaban poco convencidas incluso para mí. —No sé si... si puedo...— Pero mis manos no lo apartaban. En lugar de eso, me aferraba a él, deseando más contacto, más cercanía.

Cyrius se inclinó hacia mi cuello, dejando un suave rastro de besos que hizo que un escalofrío me recorriera la columna vertebral. —Claro que puedes...— susurró contra mi piel, su lengua trazando un camino que me dejó jadeando. —Solo relájate, Elion... déjate llevar. Yo te guiaré.

El calor de su aliento contra mi cuello, el peso de su cuerpo sobre el mío, la presión creciente en mi entrepierna... todo era demasiado. Mi cuerpo respondía antes de que mi mente pudiera siquiera procesar lo que estaba sucediendo. Lo deseaba, lo deseaba con una intensidad que nunca antes había conocido.

—Ahh... Cyrius, no puedo...— traté de hablar, pero mis palabras se desvanecían en medio de sus caricias.

Él no dijo nada más, solo dejó que sus acciones hablaran por él.

Sus labios seguían explorando mi cuello, su lengua dejando un rastro húmedo y cálido que me hacía estremecer a cada segundo. El calor que se acumulaba en mi vientre era insoportable, y cada caricia, cada beso de Cyrius lo hacía crecer más y más, hasta que sentí que no podía contenerlo. 

—Ahh~  dios...— jadeé, sin poder evitarlo, mientras sus manos, ahora más seguras, se movían por mi cintura, sus dedos deslizándose debajo de mi camisa. El contacto directo de su piel contra la mía me dejó sin aliento, y un gemido involuntario escapó de mis labios. Sentía mi corazón latir con fuerza, bombeando cada vez más rápido, como si fuera a estallar.

—Mhhh.... tu piel... huele tan bien... tan dulce... — murmuró Cyrius, su aliento cálido contra mi oído, y su tono de voz era más grave, más cargado de deseo que nunca. Su cuerpo se presionó más contra el mío, su pecho aplastándose contra el mío, y cada pequeño movimiento suyo hacía que todo mi ser temblara.

Intenté hablar, decir algo, pero las palabras no salían. Solo podía sentir. Sus labios volvieron a los míos, esta vez con una intensidad mucho mayor, su lengua adentrándose en mi boca y profundizando el beso de una manera que me hizo gemir aún más fuerte. Lo había imaginado la noche anterior, pero esto... esto superaba cualquier cosa que hubiera soñado.

Mis manos se aferraban a sus hombros, mis dedos clavándose en su piel como si necesitara sostenerme para no perder el control por completo. Cada parte de mi cuerpo estaba en llamas, y Cyrius parecía saber exactamente qué hacer para avivar aún más ese fuego. Su mano empezó a bajar lentamente por mi abdomen, acercándose peligrosamente a mi entrepierna, donde sentía una presión creciente, un calor insoportable.

—Ahh... Cyrius, espera...— intenté detenerlo, pero mi voz era débil, y mi cuerpo lo traicionaba al arquearse contra el suyo, buscando más contacto, más fricción. Mis pensamientos estaban nublados, y la sensación de su mano acariciando la piel justo por encima de mi pantalón hizo que un gemido más fuerte se escapara de mis labios.

—Shh...— Cyrius susurró, dejando pequeños besos por mi mandíbula hasta mi cuello nuevamente. —Déjame guiarte, cariño. No hay nada malo en esto... déjate llevar.

Sus palabras eran casi hipnóticas, y aunque parte de mí seguía nerviosa, asustada, la mayor parte de mi ser lo deseaba desesperadamente. Todo el miedo y la confusión se desvanecían bajo el peso de ese deseo, ese calor abrumador que se expandía por mi cuerpo. Cuando sus dedos finalmente tocaron el borde de mi ropa interior, casi me sobresalté.

—Mmm~— gemí de nuevo, esta vez con más intensidad, mientras sentía que él deslizaba sus dedos suavemente sobre mi piel, cada movimiento lento pero calculado. No podía pensar, solo podía sentir, perdido en la marea de sensaciones que Cyrius me estaba haciendo experimentar. Era demasiado, pero al mismo tiempo, no podía imaginar detenerlo.

—Elion...— susurró con una voz suave, casi reverente, como si estuviera tratando de calmar la tormenta que se desataba dentro de mí.

Entonces me bajó toda prenda inferior, me cargó un momento para acomodar su abrigo debajo de mí y volvió a apoyarme. Sus manos, en lugar de ir directo al lugar que me estaba gritando que lo tocaran, se deslizaron más atrás... entre mis glúteos. Me tensé de inmediato, no por miedo exactamente, sino por lo desconocido. Pero, a pesar de mi nerviosismo, sabía que quería seguir. 

—¿Está bien...? —susurró Cyrius, su voz suave y cargada de duda. Sus manos temblaban ligeramente, pero sus movimientos estaban llenos de cariño.

—Sí~— respondí con un hilo de voz, sintiendo cómo mi propio cuerpo traicionaba mis dudas, ansioso por más. Mis manos bajaron hacia mi entrepierna y, por un instante, pensé en lo que vendría. Recordé algo que había escuchado alguna vez, en algún lugar, y nervioso, me llevé los dedos a la boca, humedeciéndolos con mi propia saliva antes de deslizar una mano hacia atrás, en el lugar que había ocupado su mano.

Mis dedos resbalaron con facilidad, pero la sensación era extraña, ajena. Una punzada de incomodidad recorrió mi espalda mientras mis dedos tanteaban la piel más sensible. Me mordí el labio por dentro, tratando de acostumbrarme, y Cyrius, que me observaba con la respiración agitada, se acercó más, como buscando mi aprobación en cada uno de mis gestos.

Con sus manos temblorosas, Cyrius imitó mis movimientos, sus dedos encontrando la misma ruta que los míos. Sentí un suave dolor cuando empujó con suavidad, una mezcla entre placer y una incomodidad profunda que me hizo apretar los dientes. No era insoportable, pero era un recordatorio constante de que nunca antes habíamos hecho algo así.

—Lo siento... —susurró, deteniéndose por un momento, sus ojos buscando los míos, llenos de duda.

—No... sigue... —pedí, a pesar del leve dolor que aún persistía. Era una sensación extraña, pero a la vez, algo dentro de mí lo necesitaba, deseaba sentirlo más, explorar este nuevo territorio. Su calor, su cercanía, me daban el valor para continuar.

Con delicadeza, Cyrius movió sus dedos dentro de mí, intentando ser suave. A pesar del dolor inicial, algo en mí comenzó a relajarse, y el calor que había sentido antes empezó a crecer de nuevo, mezclado con esa punzada sutil de incomodidad. Pero era más que soportable, y pronto, la necesidad de sentirlo más profundo comenzó a ganar terreno.

Cuando finalmente retiró sus dedos y se posicionó mejor entre mis piernas, el rubor en su rostro igualaba el mío. La torpeza entre ambos era palpable, pero estaba cargada de una ternura que nunca había experimentado.

Me preparé para lo que venía, mordiendo mi lengua y cerrando los ojos por un momento. La sensación de su cuerpo entrando lentamente en el mío fue como una chispa. Un dolor suave me recorrió, pero no quise que se detuviera. Era incómodo, pero el peso del deseo lo hacía soportable. Su respiración acelerada sobre mi piel, su calor, su ansiedad reflejada en cada movimiento torpe y cuidadoso, me hicieron sentirlo aún más íntimo.

—¿Te duele...? —preguntó con preocupación, sus manos apretándose contra mis caderas, su voz ronca.

—Un poco... pero... sigue...— le susurré, aún con los labios temblando. El dolor estaba ahí, pero no era lo que predominaba. El deseo, la necesidad de tenerlo aún más cerca, era lo que dominaba en ese momento.

Cyrius comenzó a moverse lentamente, sus caderas siguiendo un ritmo suave, como si estuviera temeroso de hacerme daño. Cada vez que entraba y salía, el dolor inicial se mezclaba con un placer que me envolvía en olas lentas, casi imperceptibles al principio. Mi cuerpo se tensaba, pero no por rechazo, sino por la necesidad de adaptarse a esa nueva sensación. Sentía que podía confiar en él, que cada movimiento era una exploración compartida, aunque ninguno de los dos sabía realmente lo que hacía.

—Mmm~— gemí, incapaz de controlar los sonidos que salían de mi boca. Cyrius, al escucharme, empezó a moverse con un poco más de decisión, sus embestidas aún suaves pero más constantes. Cada vez que empujaba dentro de mí, el calor en mi estómago crecía, intensificándose con cada embestida.

—¿Así...? —murmuró entre jadeos, sin detenerse, pero sus ojos buscaban una respuesta en mi rostro.

Asentí con los labios entreabiertos, mi respiración irregular. La sensación era nueva, excitante y a la vez abrumadora. Mi cuerpo estaba tan expuesto, tan vulnerable, pero en lugar de sentir miedo, solo podía concentrarme en cómo su piel se deslizaba contra la mía, en la forma en que mi cuerpo reaccionaba a él.

A medida que sus movimientos se volvían más apresurados, pude sentir cómo mi cuerpo respondía a sus embestidas. La fricción interna creaba una mezcla entre dolor y placer que me dejaba sin aliento. No podía decir que fuera completamente cómodo, pero tampoco quería que se detuviera. Cada movimiento suyo, aunque torpe, despertaba algo nuevo dentro de mí.

De repente, Cyrius se detuvo por un instante, jadeando con fuerza, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba pasando, me tomó por la cintura y me giró con facilidad, colocándome en una nueva posición. Ahora estaba de rodillas, inclinado hacia adelante, con las manos y los codos apoyados en su abrigo sobre el suelo. Mi corazón latía con fuerza, el nerviosismo volviendo de golpe cuando me di cuenta de lo vulnerable que estaba en esta posición.

—Cyrius... —murmuré con un hilo de voz, sintiendo cómo el calor de mi rostro se extendía por todo mi cuerpo.

Él no respondió con palabras, pero su respiración agitada sobre mi nuca y sus manos firmes en mis caderas lo decían todo. No había vuelta atrás. Me sujetó con cuidado y volvió a entrar en mí, esta vez más profundo que antes. El cambio de ángulo hizo que la sensación fuera completamente diferente, más intensa, y no pude evitar un gemido ahogado que escapó de mis labios.

—¡Ah~!— mi voz temblaba con cada embestida. Sus movimientos, aunque aún inexpertos, eran más decididos. Sentía cómo sus caderas se movían más rápido, cada vez con más fuerza, y el placer comenzaba a eclipsar el dolor inicial. Estaba completamente expuesto a él, mi cuerpo temblando bajo su control.

—Elion...— jadeó mi nombre entre embestidas, su voz ronca y entrecortada. Estaba tan perdido como yo, pero sus movimientos seguían, empujando cada vez más rápido, haciéndome sentir que estaba completamente bajo su influencia, vulnerable, pero de una manera en la que confiaba en él.

Mis piernas temblaban y mis manos apenas lograban mantenerme en esa posición, pero no quería detenerlo. La mezcla de placer y dolor me consumía, cada segundo que pasaba hacía que mi cuerpo pidiera más, aunque cada embestida se sentía más intensa, más profunda.

Cyrius empezó a moverse con una desesperación que no habíamos sentido antes. Sus embestidas eran cada vez más rápidas, más profundas, y aunque cada una traía consigo una mezcla de placer y un leve dolor, mi cuerpo ya no resistía. Lo aceptaba. Todo en mí lo recibía con una necesidad primitiva que ni siquiera comprendía del todo.

—Ah... m-mghh~— gemí con fuerza, sintiendo cómo el calor en mi interior crecía, expandiéndose desde mis caderas hasta todo mi cuerpo, hasta llegar a mis extremidades, haciendo que cada músculo se tensara.

Cada embestida suya me llevaba más cerca de un punto del que no había regreso. Mi respiración se entrecortaba, mis manos se aferraban al suelo como si necesitara algo para sostenerme mientras mi cuerpo temblaba. Cyrius, jadeando sobre mí, parecía estar igual de perdido en la marea de sensaciones.

—Elion... no aguanto~— gimió, su voz casi ahogada por el placer que se reflejaba en sus movimientos.

Sentí que todo se desbordaba en mí. El dolor que había sentido al principio se había transformado en pura intensidad, en un placer que parecía imposible de contener. Entonces, escuché el gemido ahogado de Cyrius, un sonido cargado de deseo y vulnerabilidad, y fue como si algo dentro de mí se rompiera en ese mismo instante. Esa simple exhalación, llena de placer y llamándome por mi nombre, desató una ola incontenible en mi interior.

Un último movimiento, más profundo, hizo que mi cuerpo entero se estremeciera.

—¡Aaaagh~!— grité, mi espalda arqueándose al sentir que el clímax llegaba, impulsado por esa conexión tan íntima y profunda entre ambos. La sensación de su placer junto al mío me llevó a un lugar que jamás había experimentado, una ola de calor abrumadora recorriendo mi cuerpo desde el interior hasta mi piel. Todo explotó en un instante de pura euforia y liberación, dejándome sin aliento, con el eco de su gemido todavía resonando en mis oídos.

Cyrius también estaba al borde. Pude sentirlo tensarse, sus manos aferrándose a mis caderas con fuerza mientras sus movimientos se volvieron erráticos, desesperados, hasta que finalmente, con un gemido ronco y profundo, también alcanzó su punto más alto. Su cuerpo tembló encima de mí, mi vientre sintió hincharse de su semilla, y ambos nos quedamos allí, jadeando, agotados, pero envueltos en esa sensación de calor y cercanía. 

Él se deslizó lentamente fuera de mí, como si fuera un tapón que lo contenía, dejó que el líquido tibio se derramara entre mis glúteos.

El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. El río seguía fluyendo a nuestro alrededor, el murmullo del agua era lo único que rompía la quietud junto al canto de las aves que volvían a su nido antes del anochecer. Mi cuerpo se sentía débil, pero a la vez lleno, como si acabara de experimentar algo que cambiaría todo. Sin decir una palabra, se tumbó a mi lado, envolviéndome en sus brazos.

—Elion...— murmuró Cyrius, su voz baja y ronca, apenas un susurro contra mi oído.

No dije nada, solo giré mi rostro hacia él, encontrando sus ojos, que brillaban con una mezcla de agotamiento y algo más profundo. Había una verdad en esa mirada, algo que no necesitaba ser dicho. Me sentía expuesto, pero también invencible, como si el mundo exterior no pudiera tocarnos en ese pequeño rincón del río, donde el agua seguía fluyendo, ajena a lo que acabábamos de compartir.

Los últimos rayos del sol desaparecían tras las montañas, tiñendo el cielo de un suave púrpura. Y mientras el día moría lentamente, algo en mí también cambiaba, como si hubiera cruzado una frontera invisible hacia un lugar donde Cyrius y yo éramos uno solo.

Finalmente, dejé que mis párpados se cerraran, el sonido del río y su respiración me arrullaban, sabiendo que, pase lo que pase después, ese momento sería solo nuestro.

Y con eso, todo se desvaneció en la tranquilidad de la noche.



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