Cuando el cielo se vistió de sombras,
y la luna perdió su luz,
una estrella se alzó en la noche,
trayendo esperanza en su fulgor.
Las horas se tornaron suaves,
y el viento cesó de susurrar,
pues aquella chispa en la niebla
volvió mi corazón a calmar.
El frío que antes abrazaba,
y el eco vacío en mi ser,
se desvanecieron en un suspiro,
al calor de un nuevo amanecer.
Como un río que encuentra su cauce,
en la sequía de mi pensar,
esa luz rompió los miedos,
despertando mi soñar.
No hay tormenta que ahora me asuste,
ni noche que me haga temblar,
pues la claridad que me acompaña
es un faro en la inmensidad.
Y aunque el mundo aún sea oscuro,
y el camino difícil de andar,
en la llama que ahora me guía,
he encontrado la paz de un hogar.
Marc —
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