Te he querido,
te he herido,
te he extrañado,
te he burlado.
Es difícil fingir que mi corazón no late tan rápido cuando escucho tu nombre en los pasillos.
No es por amor, es ansiedad, es el peso que debo cargar.
Es como una daga que me atraviesa,
sabiendo que lo hice mal.
¿Puedo mirarte?
¿Puedo analizarte?
Lo sabía, lo sabía...
¿Cuánta maldad puede cargar un alma?
Ahora todo ha terminado, y me encuentro en un coche
viendo cómo el anochecer ahoga las últimas estrellas.
Guardo cada recuerdo,
como si intercambiáramos poemas,
los escondo en una caja
y luego los abrazo.
Es difícil fingir que no veo cómo brillas desde la distancia.
Yo solo me quedo atrás,
sin saber qué es la luz,
sin entender lo que el prisma revela.
Soy un color gris que destruye sin darse cuenta,
lo que parecía correcto terminó en desastre.
Las crisis no te dejan pensar...
Quisiera dormir y no despertar más,
que no sea una mentira,
que se haga realidad.
Si pudiera mostrar mis lamentos,
lo haría, pero solo me hundiría más.
Es difícil admitir que he llorado siendo una chica grande.
He pensado, he soñado,
todo lo que toco se convierte en cenizas,
y ahora soy demasiado débil para fingir lo contrario.
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