|͜͡ː❀ El infierno viene conmigo
Los gritos del pueblo se acumulaban alrededor del palacio, entre gritos y elogios de los ciudadanos que esperaban ansiosos el momento en que finalmente comenzara la ceremonia.
Los pasos de aquella mujer de rojo resonaban por toda la larga basílica, con aquella sonrisa y aquel brillo en los ojos que por fin desbordaban de gloria, aquella que tanto tiempo buscaba. Fue entonces cuando con el repique de la campana su rostro fue tocado por los primeros rayos del sol. La carmín por fin se irguió con las manos cubiertas de amor, con su mirada tan dulce y hermosa que no parecía dudar del futuro cercano del país.
Ella levantó la mano en señal de saludo y sonriendo de lado a lado finalmente habló.
—Bienvenidos al decimosexto aniversario de la realeza, es un honor tanto para mí como para toda mi familia invitarlos a esta ceremonia tan importante. Como ciudadanos míos, ¡estoy ansioso por verlos disfrutar de esta fiesta! —Y los gritos de la gente emocionada no se hicieron esperar.
Sus ojos llenos de dulzura parecían adorar el momento, la felicidad de sus conciudadanos era tal que podía ver las amplias sonrisas entre tanta multitud de personas bajo la ventana. Se acomodó el cabello detrás de la oreja y, dispuesta a decir algo más, se puso de pie, sin embargo, antes de que pudiera decir una sola palabra, una silueta cruzó sus ojos.
Frente al castillo, sobre la catedral, una figura quedó expuesta, siendo cubierta por el terrible brillo del Sol. Se llevó la mano a la cara y con dificultad intentó detallar la figura, pero en respuesta la figura se movió y el hombre a su lado la siguió. Su lado la empujó a un lado. Cuando el vidrio se rompió lo único que quedó fueron los gritos de la gente y la conmoción de los ciudadanos, asustados por aquellos.
El noticiero filmó el momento, los ojos abiertos de la gente hicieron notar el mensaje recibido. Igual que en el bar, donde un vaso de cristal se le había resbalado de la mano al camarero, o cerca de la capital, donde aquella bailarina observó la repentina irrupción a través de la ventana.
La reina pronto levantó la cabeza en estupor, respirando agitadamente mientras buscaba con la mirada aquella silueta, pero la respuesta tardaría en hacerse presente incluso después de que el arma de fuego cayera del campanario.
— ¡Su Majestad, es un placer volver a ver su rostro! — Esas palabras fueron suficientes para detener su corazón — ¡Estoy tan feliz de estar de vuelta inesperadamente!
La mujer, cínicamente, le hizo una reverencia mientras aquella cola felina se arqueaba hacia la reina como si quisiera señalarla. Pronto levantó la cabeza con una sonrisa maliciosa y arqueó la cabeza mientras agitaba sus orejas de gato.
— “Yo soy la mano justa de Dios” — Mencionó ese lema del pueblo como si lo hubiera escuchado antes de ella — La señaló con los dedos sin quitarle los ojos de encima — Aquí está el demonio que olvidaste.
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