Siento que siento mucho y expreso poco, como si mis gritos no fuesen escuchados desde el otro lado de la puerta, más allá de mis pensamientos. Yo no los encierro, ellos se esconden solos, temerosos y ahogados, repletos hasta el borde de preguntas:
¿Y si la sal de nuestras lágrimas endulza su razón?¿Y si confunden nuestro sufrir con poesía, y nuestro ruido con música?
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