¿Me han querido?

Inadvertidamente, me he sumido en la creencia progresiva de que toda responsabilidad recae sobre mis hombros, y esta percepción persiste, arraigada en la idea de no estar brindando mi máximo esfuerzo. Cuestiono mi capacidad para ser un amigo, pareja, hijo o familiar digno, quizás carezco de la honradez que desearían encontrar en mí. Me pregunto si mi existencia tiene algún mérito, si acaso poseo cualidades loables o si mi llegada a este mundo fue un equívoco.

En ocasiones, surge la impresión de que las interacciones conmigo son impulsadas por obligación o falta de alternativas, como si mi presencia resultara molesta y no encajara adecuadamente en el entorno. Experimento la sensación de forzar a los demás y percibo que soy un inconveniente.

En este torbellino de pensamientos, la idea de que mi presencia carezca de propósito se intensifica.


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