El arte de la lectura

El arte de la lectura

Suelo perseguir la luz en mi propia casa. Hablo de la luz natural, esa que suelo utilizar para leer. Comienzo con este ritual en mi habitación, cuando la luz traspasa la ventana. Abro un libro impulsada por mi hambrienta y cada vez más insaciable imaginación, para comenzar a acariciar cada letra de este con mis ojos. 

Me doy cuenta que tengo que cambiar mi ubicación cuando ya no distingo entre las letras y la penumbra de alrededor. 

Creo que esa es la única manera en la que logro percibir el tiempo.

Entonces me muevo hacia el salón principal de la casa, más precisamente al sofá, donde la ventana, el doble de grande que la anterior, inunda y agasaja mi visión con su tenue abrigo. Continúo con ese festín de conocimiento, sin desear nada más que aquel libro nunca se acabe. No pienso en el tiempo, ni en dónde estoy, sino en lo que estoy haciendo, y en que eso nunca tenga un fin.

Cuando la oscuridad consume toda la luz y lo único que puedo hacer es observarla, me pregunto, ¿Qué sería mejor; un libro infinito, o una biblioteca repleta de estos, pero finitos?

Entonces el tiempo me responde: 'Sería mejor que duermas'.

Escrito hecho en su totalidad por mí (Perse)