—No quiero unirme a tus extrañas misiones Gia, eres el perro fiel de esta corporación y dudo mucho que quieras hacer algo en contra de ellos. —Sentenció Marian con molestia mientras la miraba.
Gia se quedó callada, no era nada nuevo, ya que ella era alguien sumamente callada y no solía hablar demasiado a menos que fuera necesario, pero en esta ocasión decidió salir de su rutina habitual, pues mientras escuchaba las negativas de Marian, ella sacó un pequeño papel que contenía información que sabía que la joven querría tener en sus manos.
—Hace dieciocho años, una niña de nombre Marian Gamberini fue secuestrada una tarde en Venecia, sus padres, Carlos y Marisa Gamberini desde entonces la han buscado —comenzó mientras observaba la repentina palidez de la joven, pero, Gia no se detuvo, tenía una manía con torturar psicológicamente a las personas, así que continuó—: Cuando la pequeña Marian fue secuestrada, el último informe que recibió la policía fue una amenaza para que las investigaciones se detuvieran.
El silencio reino en la sala, y mientras Gia permanencia imperturbable como siempre, Marian presentaba lagunas en su memoria que poco a poco fueron tomando formas hasta convertirse en un recuerdo lejano de lo que había sucedido esa tarde de abril en Venecia, aunque no pudo sumergirse en profundidad en su recuerdo pues Gia chasqueo los dedos para traerla de regreso a su realidad.
—Me vas a ayudar —ordenó.
Gia no era una mujer que preguntará o diera sugerencias, ella decía y los debían obedecer les gustará o no. Era el lema de la corporación: El depredador ordena y la presa obedece. Y Gia Olivera se caracteriza por ser el lado dominante de la corporación, así como el perro fiel de la misma.
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