Catarsis i.

27/01/24

Me duele el corazón, late dentro de mi pecho de una manera tan fuerte que retumba en mis oídos, presiona mi garganta y trae mis rodillas al estómago, haces que me duela el corazón, las lágrimas que bajan por mis mejillas arden cómo fuego mientras se abren paso a la almohada. No te quiero dejar ir. 

No quiero soltarte y no se por cuanto tiempo más me aferre a ti con mis brazos; no quiero que por una fecha en el calendario se reinicie mi vida y empiece otra sin ti en ella, no te dejo ir, no porque deba retenerte, no te quiero dejar ir pues no sé cómo vivir sin ti. 

Prefiero estar todos los días tocando la herida, no dejarla sanar, mantenerla a rojo vivo, que dejar que desaparezca por completo junto con el dolor. 

Me aferro al dolor porque es el último lazo que me ata a ti. 

Y aún guardo esas flores, no porque sean flores, sino porque tú sigues allí. 

Me dueles, me dueles cómo una cirugía a corazón abierto sin anestesia y siento como haces insiciones en mi corazón sin tener aquí a tu presencia, y sé que son aberturas que no te responsabilizaras por cerrar. Me dueles cómo una piedra en el estómago que cargo todos los días con el pecho apuntando a mis tobillos. Me dueles no sólo ardientemente, me dueles con presión y con persistencia; no me gusta el dolor, odio de hecho el dolor, no quiero despertarme con él a mi lado, ni quiero irme a dormir con su cabeza en mi vientre, pero es lo único que me hace sentir aún tu susurro en el cuello, y si el dolor me permite aún poderte besar entre sueños, gustosamente me sentaré en el centeno como un mártir y jamás pararé de sufrir. 


Nací con la fuente en mano y con una tipografía que no cualquiera puede leer, mi alma se regocija en arte y jamás sabré callar la corriente que cruza mis muñecas y se vuelca sobre las servilletas junto a las gotas de café, y no sólo escribo sin conciencia ni sin pensar en aristas, sino que también amo cómo artista. 

Cuando te dije que en ti encontré una musa, de ninguna manera lo dije a la ligera, lo dije porque tal cual, te amé como artista, intensamente, y me enamoré de como tu piel y su textura abraza el sol que baja por tu mejilla, por la fila de dientes que se asoman detrás de esos inefables labios, del subtono verde debajo de las yemas de tus dedos, de cada cabello que cubría tus brazos, de cada centímetro de tus manos, me enamoré de la forma precisa que hace tu boca cuando sonríes y los surcos en tus mejillas que juguetones se asoman con la llegada de tu risa, me enamoré de cada músculo de tu cuerpo y de los valles y senderos que pintaban en él, me enamoré de cómo tus labios pronunciaban mi nombre, me enamoré de tu sombra y la forma en la que sigue tu marco, me enamoré de el movimiento que sucedía debajo de tu piel, producto de tu mandíbula nerviosa, de esas pequeñas bocanadas que tomabas antes de hablar, solo para cerrar inmediatamente tus labios después, de cómo tu cuerpo buscaba siempre estar enredado en el mío, y jamás, mientras yo viva, me cansaré de amar tus ojos y sus lagunas en las que me perdía por horas, los tonos cobrizos que ellos reflejaban al exponerse al sol y los destellos que se veían cuando la luz de los bombillos recaían suave sobre tus irises, unos ojos tan hermosos cuya belleza no podría ser comparada con nada de la tierra, siendo las auroras boreales las únicas que vagamente permitían describir a tus ojos. 

Te amé, amo y amaré como solo un artista sabe hacerlo, y que es sino el arte la belleza dentro de las vivencias, y cabe la pregunta, ¿que será más artístico que un amor correspondido? A lo cual sin dudarlo contestaría, "uno que no lo es". 

Te amé, amo y amaré como artista y te inmortalizare en mi obra, buscaré palabras que se acerquen a tu escencia y encontraré una manera de mantenerte vivo por siglos después de nuestras propias muertes, aún así mi retrato no vuelva a pasar por tu mente ni un solo día más. 

Y aunque me duela, escribirte para mi no es pesar, pues logró así recordarte por un instante más y me permito vivir con tu recuerdo un día más. Quizás sea un suicidio, perpetuar la estancia en mi mente del fantasma de tu ausencia o antigua presencia, y de ser así, feliz moriría retratandote en mi obra. 

Solo te pido que pronto me permitas no depender del dolor, y pueda romper ese último hilo que me une a ti, dejándome así plasmarte desde el cariño y no sólo la aflicción. Aunque debo admitir que es un poco optimista e irreal pensar en un futuro donde no duelas ya; si bien confío en que quizás ya no me dolerá cada noche el corazón con arcadas queriendolo sacar de mi, es de cierto modo una certeza que tengo, que cómo una fractura mal cicatrizada, uno que otro día dolerá más, mientras que otros días dolerá poquito, quizás incluso haya días en los que por costumbre, me olvide de su presencia, pero jamás se logrará borrar. 


Y no he de negar, de cierto modo te culpo, pues ¿qué clase de historia es un cuento de hadas sin un final feliz?, ¿en que historia de princesas el príncipe no se queda con su amor?, no podrías regalarme un primer amor rebozado en ilusión y miel y esperar que maduramente comprendiera su ambigüo final. Esos recuerdos se quedarán por siempre tocando cómo viejos vinilos en mi memoria, con un eco el cual tampoco entiende bien cómo todo terminó. De cierto modo también me culpo, pues presa del fatídico enamoramiento, entregué ciegamente una versión desnuda de mi ante ti, me serví en una bandeja de plata para tu consumo, ingenuamente confíe en la cara que me presentaste y me permití ser pequeña y frágil, con tejidos tiernos para que no tuvieras mucho que masticar. Algo que sin importar mi naturaleza artística, jamás me permitiré volver a hacer, al menos no tan pasional ni desbocadamente. Y a pesar de todo, soy feliz al pensar que fuiste tú quien me destazó. 


Y tampoco negaré mi coraje que mantiene mi mente avivada y mi corazón cansado, no pienso pararme aquí a decir que todo está bien y que no siento nada más que amor por ti, porque no se trata de mentir más. Estoy enojada, estoy furiosa, confundida, dolida y triste, aún me pregunto, si bien el canela de mi piel no era tu toque preferido, ni mis ondas en el cabello tan definidas como las pasadas, ¿que te costaba regalarme una explicación?, si proclamabas tanto conocer de mi, ¿por qué maldita sea, no permitiste a mi mente estár en paz?, y por más que me averguence, me cansé y lo intente esconder, hoy bajo la luna lo grito, te tengo rencor, te tengo coraje, aún así no puedo evitar que mi amor se sobreponga ante todo lo demás, cómo el amor de una madre hacia su hijo, puro, incondicional, un amor que sería incapaz de desear algún mal. Aunque te quisiera gritar a la cara "¿por qué?" no podría pararme frente a ti sin que mis rodillas se quebraran y mis brazos se aferraran a tu espalda y cuello. 


Aunque me contradiga frente a los demás no te quiero dejar atrás, pero tampoco te quiero volver a tener a mi lado, agradezco los aprendizajes que me diste aunque estos me fracturaran las rodillas dejándome en el suelo, y agradezco los buenos momentos que dejaste en mi memoria a pesar de que entre noches me induzcan al vómito y me sostengan el pelo. Aprenderé a vivir con la compañía de tu fantasma, y poco a poco lijaré el hilo que aún me ata a ti, aunque me quedo con el sentimiento de que nuestras bocas aún tienen algo que decirse, creerás lo mismo tú?


-Yara Neri


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