Dentro de aquel lugar que creí solo vivía en mi imaginación, se encontraba él, mi creación, mi niño pequeño, un extraño sentimiento invadió la escena. El joven se encontraba de rodillas, frente a quien en su momento había sido como su hermana, sujetaba lo que parecía una daga con empuñadura carmesí.
-Todo esto es tu culpa- dijo en voz baja, casi inaudible, la lluvia seguía cayendo, su ropa empapada no servía de nada, el frío seguramente le calaba los huesos.
-Lo siento, no pensé que esto pasaría- ni siquiera había sucedido, esta era mi fantasía de poder, convertir al joven indefenso en su propio vengador, era lo que tanto esperaba conseguir cuando concebí la idea de aquel niño, estaba ante la culminación que tanto había esperado, pero se sentía mal, incorrecto.
-No te bastó con arrebatarme a mi madre, no te bastó con convertirme en el objetivo de toda la tristeza y muerte de ese lugar maldito, tu siempre quieres más, siempre estas esperando una razón para sentirte mal y auto compadecerte, pero claro, siempre a costa de otras personas- podía escuchar los sollozos que cortaban sus palabras, me acerqué unos cuantos pasos solo para recibir rechazo de su parte.
-Alejate de mi, tu eres el único monstruo aquí, ella tampoco tenía la culpa de nada- se volteó en un parpadeo, con la daga en dirección a mi, listo para atravesarme sin piedad. Levanté las manos en busca de tranquilizarlo, mostrando que no tenía ninguna intención de lastimarlo.
-Sé que tu vida no la escribí como algo lindo y sé que te uso como desahogo de mis problemas, pero sé que juntos podremos salir adelante- soltó una risa de ironía, pero mantuvo el odio en su mirada, unos ojos amarillos que atravesaban mi alma.
-¿Juntos?, hasta donde sé, yo no puedo hacer nada y tú nunca haces nada bien. Te mataré aquí y ahora, así como mataste a mi familia.
Tras esa amenaza, se abalanzó contra mi, sentí el ardor de aquella daga, sentí la sangre escurrir por mi pecho y eso debía atravesar mi corazón, sin embargo, nada sucedió. Del impulso caí de espaldas, quedando boca arriba con mi asesino encima de mi. Él notó que yo seguía vivo, respirando y entonces la tristeza y enojo inundaron su mirada. Intentó clavar la daga aún mas profundo pero nada terminaba conmigo, dejé de sentir dolor mas no podía evitar sentir tristeza por él. Finalmente me tenía cara a cara y ni con todo su odio podía acabar conmigo. Se quedó un rato empujando con todas sus fuerzas contra mi pecho, hasta que finalmente se rindió. Sabía que me quedaba poco tiempo ahí y supongo que él también lo sospechaba.
-Tú sufrirás más que yo cuando yo ya no esté- dijo con aquella voz monótona, sin que me dejara responder, la imagen se desvaneció.
Desperté en mi ya conocido sitio oscuro y sus palabras resonaron en mi cabeza. Quien diría que aquel día me habían maldecido y hoy se ha cumplido.
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