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La muerte que acecha al inmortal, primera plaga

Por algún motivo que desconozco, me encontraba dentro de un gran auditorio, frío y en silencio, rodeado de desconocidos que parecían saber de mi y me consideraban parte de sus vidas. Parecía que un evento importante estaba a punto de comenzar, todos estaban a la expectativa, con sus miradas fijas en el escenario, cuando sentí tus manos cubriendo mis ojos y tu voz susurrando a mi oído

-Sorpresa, adivina quien soy.

Claro que sabía quien eras, la voz que durante tantos años fluctuaba entre amenazas y palabras de amor, deseos de muerte y propuestas a futuro, no quise creer que eras quien yo sabía, así que fingí no conocerte, mentí para salvarme del terror que invadía mi alma. Quitaste tus manos de mi rostro y me giraste para verte, con horror vi que eras tú, sin embargo, algo había cambiado en ti, no se como describirlo, pero era obvio que eras peor que antes, en tus ojos se reflejaba la oscuridad que guardas en el interior. Como lo haría un maniaco, tu sonrisa solo se hizo mas grande al notar el claro miedo con el que estaba viéndote, quisiste tocar mi rostro una vez más, pero fue entonces que pude reaccionar y simplemente pude lanzarme hacia atrás, cayendo al suelo, mientras las personas alrededor mío me miraban preocupadas. Voltearon la mirada y con cierto desconcierto preguntaron que estaba sucediendo, intenté hablar pero no pude, sin embargo, alguien parecía conocerte. 

Sin poder apartar la vista, pude notar que algo surgía de ti, como si tu aura se desprendiera de tu ser, parecía que con ella tomabas el control de los demás, y de esta forma empezaron a rodearme, como pude me levanté y comencé a correr, cada vez mas gente me perseguía y tú estabas a unos cuantos pasos de mi, conseguí encerrarme en un cuarto y creí que estaba a salvo, vaya error. Del muro que se encontraba a mi espaldas, una mancha negra comenzó a crecer y desde ahí me jalaste, sumiéndome en la oscuridad. Al intentar respirar, solo pude sentir como algo cubría mi rostro e intentaba entrar en mi nariz, solo quedó esperar ahogarme, cualquier destino era mejor que terminar en tus brazos, sin embargo mi deseo no se cumplió. Cuando por fin pude ver luz, encontré tu rostro muy cerca del mío, casi besándome, de una forma turbia pronunciaste mi nombre anterior, pero titubeaste y me llamaste por el real.

-No, estoy equivocado, ahora eres Damian... siempre fuiste Damian, ¿Verdad?- Las lagrimas se asomaban en mis ojos, no tienes permitido llamarme así, tu no eres digno de pronunciar mi nombre. Intenté quitar tus manos de mis brazos, pero ahora tenías una fuerza inhumana, te diste cuenta de mi llanto y quisiste secarlas. Aprovechando tu descuido, pude zafarme y hui, pude escucharte blasfemar, pero no pensaba volver, salí de aquel lugar y cuando di un paso fuera de ahí, todo se desvaneció.

Me encontraba a salvo en mi cuarto, mi gato a los pies de mi cama notó que me había despertado, razón por la que subió hasta mi hombro y comenzó a ronronear. Quien diría que un vampiro puede tener pesadillas.


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