ESCRITO 2.

El amor, en su esencia, es un acto de entrega y de aceptación. Es la voluntad de abrazar la fragilidad y la imperfección del otro, de encontrar belleza en medio del caos, de sostener la llama de la esperanza cuando todo parece desmoronarse. Es un puente que nos conecta con los demás, una manera de trascender nuestra soledad existencial.
Pero el amor también es un territorio de paradojas y contradicciones. En su búsqueda incesante de plenitud, a menudo nos enfrentamos a la angustia y al sufrimiento. El amor puede ser una fuente de alegría y éxtasis, pero también puede ser una causa de dolor y desesperación. Nos acerca a la dicha y a la desdicha, nos empuja al borde del abismo y nos invita a saltar sin saber si seremos atrapados.
El amor auténtico no es una ilusión romántica, sino una elección consciente y valiente. Es un compromiso de vivir plenamente, de dar sentido a nuestra existencia a través de nuestras relaciones con los demás. Aunque el amor puede ser efímero y frágil, su poder radica en la capacidad de transformar nuestras vidas y de trascender nuestras limitaciones.
En última instancia, el amor nos confronta con la inevitabilidad de la pérdida y la separación. Pero es precisamente en ese encuentro con la finitud donde encontramos la belleza y la trascendencia. En el amor, nos convertimos en testigos de nuestra propia vulnerabilidad y, al mismo tiempo, en agentes de nuestra propia liberación.


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