El tiempo pasa y yo también, no me queda mucho más. Los días transcurren con rapidez y yo sigo lúcido, no sé qué es peor.
Estoy despierto todavía, todo es oscuro y hace 2 años que no veo a nadie. El olor a tierra y a humedad me perturba, no quiero estar acá, ni siquiera se donde estoy.
Mi familia, mi propia familia dejó de venir, parecen haber olvidado mi ser.
El viejo perro, el cual también tiene un hedor húmedo que me asquea, me mira fijamente. Su mirada es como la de un demacrado depredador, moviéndose solamente y con su último respiro para cazar a su presa llena de vida. No sé si querrá que yo sea esa presa, tampoco es como que lo vaya a dejar.
El
perro me sigue a todos lados, aunque yo ya no camino casi, está esperando a que
yo caiga para así tomarme y hacerme regresar a mi tétrica prisión.
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