Fuí todo.
Alto, enano.
Sonriente, callado.
Un ángel, un pecado.
He matado y me han asesinado.
Ellos no me comprenden, me ven extraño, diferente.
No se me escapa de las manos aquellas miradas llenas de sed doliente, buscan lastimarme y lo han hecho tanto que no puedo ni alarmarme.
¿Es preocupante?
Ojalá decir "me da igual cómo me tratan los demás", actuar indiferente, pero me hieren.
Quizás y tengan razón, tengo el ego más grande que el corazón.
¿Es ese el motivo del odio primitivo?
Sin embargo, siento tanto, tanto que mi corazón va a explotarme.
¿Por qué tendría el corazón pequeño si ante sus actos siento que me muero?
¿Es de egoísta pensar en escapar por su mal tratar?
Me importa poco su agonía, no deberían hacerme de papel.
Rayoneandome, marcandome, arrancando mis trozos.
Me han tachado con muchos colores.
He sido blanco, he sido rojo, he sido despojo.
Cambié tanto por cada lapiz, por cada fibra, por tanta ira.
¿Es justa está vida?
¿Para quién?
Para los demás tal vez, pero a mí me tocó ver el infierno desbordar por diablos disfrazados de santos, con sus tridentes, pellizcando.
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