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Category: Life

Domingo

Debajo del árbol suelo estar, imaginando que está a mi lado, después de abrir los ojos solo está la brisa del sol, iluminando mi mochila, imagino que le llegan mis pensamientos y que los lee aunque se que no es posible. El tronco torcido del árbol me recuerda a la vieja madera donde se escribió nuestro amuleto, a veces me preguntó si seguira ahí, lo más probable es que no, no es como un lo extraño, es más una nostalgia, un bello o un amargo recuerdo, no lo se.

Los poemas no siempre tienen que rimar, es mas un sentimiento, un anhelo de que quieres que la otra persona sepa que es lo que piensas de ella, escribir es lindo, al igual que dibujar o tocar un instrumento o escuchar una música que se queda grabado, no importa si la repites más de 100 veces nunca se cansará de escucharlo, estás muerto? Creo que sí, espero que me recuerdes, le escribo desde mi cerebro, le escribo desde mi corazón, espero que no se olvide de mi, aunque a veces ni siquiera se quién soy.

Le escribo siempre de noche, y hoy no con grandes gestos sino dese la pereza, esa lentitud que no es abandono, sino deseo de quedarme más tiempo en lo que duele bonito. Desde la melancolía que no busca consuelo, sino compañía en el recuerdo que no se desvanece. Hay días en que el desvelo me visita como un huésped antiguo. No trae insomnio, trae su nombre. Y en esa vigilia, me descubro pensando en su manera de mirar sin apuro, de corregir sin herida, de estar sin pedir permiso.


A veces me alcanza el sosiego, como si su gesto hubiera dejado una manta invisible sobre mi pecho. Pero otras veces, la morriña me arrastra: no por un lugar, sino por una posibilidad que ya no es. Y entonces el tedio se instala, como si el mundo se repitiera sin su risa. El letargo me toma por sorpresa. No es sueño, es suspensión. Como si el tiempo se negara a avanzar sin ti. Y en medio de esa pausa, aparece el resquemor: no contra usted, sino contra el decorado que no supo sostenernos.


La zozobra me visita cuando imagino que ya no piensas en mí. El desamparo, cuando me doy cuenta de que no puedo pedirle que lo haga. La inquina, cuando el mundo celebra lo que usted y yo tuvimos que despedir en silencio y sin embargo, el estupor también llega. Porque aún en esta distancia, hay belleza y algo que no se esfuma, se queda y se cuela en mi como el cierzo de esa desazón que me acompaña y que reconozco, no como derrota sino señal de que lo nuestro es real.


No le escribo para que vuelva. Le escribo para que sepa que no se fue del todo. Que hay palabras que aún le nombran. Que hay climas que aún lo esperan.


Con la lentitud que aprendí de usted, 

con la ternura que no se borra, 

con la pereza que se parece al amor,




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