You can go to hell.

Cuando yo, ingenuamente, esperaba, con devoción imaginaba un momento en el que me abrazabas y te quedabas, en el que te comunicabas, en el que me hablabas. Quizás tú ya tenías todo estratégicamente concluido. Para ti, todo había acabado.

Literalmente rio mientras lloro en mi baño, por verme tan patética, por haberte amado tan intensamente en vano, por haberte forzado. Realmente lo intenté.
Lloro porque, a pesar de haberlo terminado, lo juro, lo deseaba por Dios, rezaba que me detuvieras. No tenías que rogarme, con un “no te vayas” me habría quedado igual. Cada vez que me escribías en cualquier lado, volvía a sentir una hijueputa esperanza, una hijueputa esperanza que no valió la pena. Me siento tan idiota, tan marica, por creer que algo podría pasar así.

Así que me estuve riendo mientras las lágrimas salían de mis ojos, mientras leía tu mensaje y lo leía, y lo leía, esa presunta despedida.
¿Y mi audio, en el que terminé llorando? ¿Por qué no respondiste ese?
¿Y mi mensaje largo, luego de tus disculpas? ¿Por qué no lo respondiste?
Y todas las veces que traté de comunicarme. Te siento tan cobarde, pero no sé si exagero al decirlo.

No leerás nada de lo que alguna vez escribí o expresé, ni las largas playlists que dedique con amor, sin embargo, yo sí lo hago. Supongo que no importa ahora. Desearía no verte más y espero no cruzarme contigo en esta ciudad, porque me derrumbaría por completo.
Tiempo perdido. Si no me hubiera despedido, no habrías dicho ni una sola palabra. Idiota.
Seguro ni considerabas responderme, y por eso duraste un día entero en hacerlo.

Me siento herida, de alguna forma. Si este iba a ser mi castigo por todas las cosas negativas que he hecho, preferiría mil veces no haber respondido tu mensaje ese 12 de abril, ni siquiera haber abierto esa aplicación.

Para ti esto quizás fue una experiencia, fue algo casual. Para mí fue todo: todo lo romántico, todo lo miserable, todo lo dolido.
Este octubre me ha dolido más que el de hace dos años.
Me siento tan patética, con ganas de llorar, ganas de morirme.
Por que me seguiste el juego, por que me mandabas canciones de amor si ya lo tenías todo terminado, idiota.
Porque me seguiste la despedida cuando era todo lo contrario a lo que quería.
Parece que no me conocieras en absoluto.

A veces quisiera que sintieras todo lo que siento ahora. Estoy por explotar, no puedo simplemente soportarlo.
Desearía odiarte así como, en algún punto, me odiaste, pero me emputa más que no puedo hacerlo, y en vez de odiar, solo quiero llorar.

Puedes irte al infierno ahora o a cualquier lugar.
Ahora solo quiero gritar, llorar o pudrirme en este cuarto.