𝑨 𝒍𝒆𝒕𝒕𝒆𝒓

Por desgracia, mis palabras no se pueden asemejar a las tuyas.

Incomparables, pues yo no tengo sentimiento que confesar

ni pensamiento que revelar.

Mis frases son simples, conoces mi manera de hablar.

No sé rimar, ni diferenciar la asonante de la consonante,

¡Ni contar versos! ¡De milagro algo podría rimar!

No soy un poeta, lo siento.

Pero, quizá, haya sentido calidez en mi pecho al leer esas ideas.

Mi natural brusquedad se aliviana al sentir tu presencia,

una confianza ganada sin mucha dificultad.

¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo lo conseguiste?

¿Fiarme de alguien con facilidad? 

Difícil, pensaría que hasta imposible.

Teoría que destrozaste con facilidad.

El portón te abriré.

Solamente un poco, para que te puedas escurrir por él.

Dos almohadas colocadas sobre el suelo,

para que en la tierra no debamos sentarnos.

Quizá una mesita también.

Acompañada de galletas de mantequilla y té.

Palabras dirigidas solo a nosotros dos,

conversaciones que perduren un tiempo,

un momento al menos.

Algo de humo, el del tabaco al quemarse.

Dices que no te molesta,

prefiero creerte y seguir fumando.

¿Será mentira?

Lo dudo, 

pues no te he visto arrugar la nariz

al verme con un cigarrillo.

¿Rosa o lavanda?

¿Cuál es tu aroma favorito?

Sin dificultad me dijiste que tu preferido

sería cualquiera que te recordase a mi.

Me estremecí, sentí el calor subía a mis mejillas.

¿Qué te recuerda a mi?

¿Un perfume?

Siento que debería comprarlo,

comenzar a usarlo.

Preferiría que el jardín estuviese oculto,

entre árboles y plantas que impidieran el paso.

O por un muro de piedra por donde suba el musgo.

Y que Dios me perdone por estas ideas,

de disfrutar la compañía de otro hombre.

Que el pecado de mi pensamiento no me arrastre,

y tampoco a él.

Mucho menos a él.

Pues yo a Dios no le puedo esconder nada,

ni siquiera el pequeño jardín con flores y piedras.

Pero puedo esconderme de mi vergüenza,

del bochorno que genera mi mente al escuchar lo que piensas.

- Rivaldr -