El deseo es un grito sordo
que no sabe de tiempo ni de cuerpo,
se disuelve en el aire
como el eco de una sombra.
Soy el vacío que quiere llenarse,
pero la ausencia no se deja abrazar.
Mis manos rozan la piel del mundo
y sólo encuentran el frío
de lo que nunca llega.
Una lágrima invisible
cae en mi garganta,
se ahoga en su propio reflejo
y canta su canción de olvido.
¿Dónde está lo que no existe?
¿Dónde duermen los sueños
que nunca se atreven a nacer?
Escribir para no morir,
morir para no desear más.
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